La escultura, en él, sobrepasa límites a fin de tender hacia espacios nuevos, lejanías, confines que podríamos habitar a través de la mirada, pero también tan cercanos como para escudriñarlos, tocarlos, interiorizar sus vivencias, comprenderlas. El misterio de estas edificaciones ahonda en nosotros y nosotros en él, nos cimentamos mutuamente y celebramos que ese ordenamiento responda a una realidad que está viva.
Y aunque aparentan sostenerse en el aire, lo es porque la superficie es toda y le sirve entera, completa, en aras a que la disposición articular se desarrolle mediante el imaginario que la fundamenta, una reflexión respecto a la no existencia de fronteras creativas y cosmogónicas.
- Mi amigo Humberto quiere plantar un jardín en El Malecón. Me habla de dientes de perro y manadas de lobos. Nosotros nos encargaríamos de regarlo a través de las nubes de nuestros meados. Pero El Malecón no está conforme y nos manda a un viaje surrealista con grilletes en las manos y zancos en los pies. ¿Por qué habremos bebido tanto ron fuera de la penumbra?