- La Habana se viste de gozo y persigue el espectáculo -ella por sí misma ya lo es y lo ha sido desde siempre-, tanto si viene a cuenta de ese discurso alegórico que ya no le queda ni un hueso, como si no.
- Lo que si es cierto es que está más que nunca en la calle y tal que tiovivos se exhiben como atracciones de ferias. Eso sí, que no se hable de referencias, espacios, diálogos sociales, imaginarios, que ya cansa tanto peroraración sobre conflictos, dialécticas, plataformas, lenguajes que al final son víctimas de anemia, anoxia, anuria y abulia.
- El despliegue no se diferencia mucho de otras Bienales que vacilan en bautizarse y etiquetarse, aunque lo posmoderno es lo que más se lleva. Y claro que habrá polémica hasta la saciedad, pues con eso de que "aparecen las soluciones en la manera de crear nexos y en la elaboración de una textualidad generadora de intersecciones -¿por dónde andará la mía?- que hasta ahora parecían dispersas", uno se pierde.
- Y para recuperarse y localizarse lo mejor es ir por El Malecón y mirar, observar y celebrar lo que haya que celebrar.
- Si dejásemos nuestros brazos por un bienio dentro del mar se apuntalaría la dureza de la piel hasta frisar con el más grande y noble de los animales y con el monstruo que acude a sopa y a pan.
(José Lezama Lima).