Giulio Carlo Argan nos dice que para este pintor el espacio es una extensión infinita, de manera que las cosas queden envueltas en torbellinos de agua y torrentes de luz y acaben por ser reabsorbidas y destruidas en el ritmo del movimiento universal.
En estos dos cuadros la mirada queda sedimentada en esas superficies, extrae el olor y el sosiego de esa atmósfera y hasta escucha el canto de unos amaneceres que nunca hasta ahora habían sido así pintados.
De la contemplación de su obra podemos hacer incluso teofanías estéticas sobre su naturaleza o pura ciencia visual o ambas, tanto cabe en ella y tanto ha significado en el arte moderno, mas lo primordial es que nos enseñó a ver de otra manera y ha agrandado nuestro imaginario óptico hasta conferirle marchamo de futuro, el que ya fue y todavía sigue estando ahí.
Esta noche se aplica una pena de muerte a garrote en el Malecón. La víctima es un brujo de las costa oriental. Se le apoyó al reo en el tablón de madera clavado en el suelo y en cuyo taburete se sienta. Después se le rodea el cuello con una soga que atraviesa por dos agujeros el tablón. Una vez sujetada se la hace girar con un garrote hasta que el convicto muere por asfixia. Que descanse en paz y desde el infierno nos cubra de bendiciones a Humberto y a mí, que fuimos los únicos que le cerramos los ojos y la boca, pues todavía se seguía riendo.