Esta pomposidad y grandilocuencia ideológicas también se centran en desarrollar una crítica "simulacionista", así es calificada, de Mondrian, Albers, Stella o Judd, dando así por sentado el trasfondo de lo que en sus composiciones son apariencias en forma de diagramas (circuitos, planos, estructuras celulares) de colores fluorescentes.
Él mismo manifestó que "mientras Smitheson impuso al paisaje industrial devastado los símbolos de una geometría ideal, yo, por el contrario, deseo ayudar al mundo ideal del arte geométrico a que encuentre la vía del paisaje social".
Considero que un trabajo de estas características y con estos rasgos definitorios no ofrece más que aquello que se ve y que el espectador procesa e interrelaciona con sus propios conceptos y aproximaciones al hecho pictórico, no dejándose confundir por referencias que supuestamente le sitúan dentro de un contexto plástico doctrinal determinado.
La labor artística no necesita de estas ostentaciones racionalizadoras y demostrativas, pues si de verdad hubiese de contar con ellas es que estaría incapacitada para poder transmitir y comunicar por sí misma, y eso nos llevaría a poner en duda su validez constitutiva.
Hoy, en mi condición de iyawó, y acompañado de mi oyubona, totalmente vestidos de blanco, llegamos al malecón y depositamos la ofrenda, la ebbó: cuatro bolsitas de maíz tostado, jutía y pescado ahumado. A pesar de que no soy una mujer me han concedido esa gracia. Todo sea por salir de este muro en perpetua desesperanza.
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