- El Ayuntamiento de Alcobendas de la Comunidad de Madrid tuvo la afortunada idea de recurrir a mi amigo CÁNDIDO MONGE para que habitara un campo árido destinado a la concentración industrial de ídolos gigantes que simbolizasen la fecundidad y el sueño de la razón.
- Dragones de hierro o mensajeros de la divinidad, da lo mismo, debemos acordar su significación según el lenguaje visual que nos dé traslado de la conciencia estética de su presencia y configuración, dentro de la posición que están ocupando en un terreno yermo llamado a la producción. Son tótem que se levantan y se erigen a fin de recordarnos que la materia en manos de un demiurgo toma otra forma con el fin de hacernos ver lo que estará ahí para siempre conforme a unas referencias plásticas que dan testimonio y dejan huella.
- Va a ser un alivio y un aliciente descansar la mirada en esos grandes iconos geométricos - líneas y curvas, raciocinio y pasión- que otean el horizonte que nosotros no llegamos a alcanzar pero que ellos nos lo hacen concebir tanto desde la perspectiva vertical como horizontal, que maldicen unas veces la eternidad que les tocará vivir y otras se preguntan que ésta ya les es insuficiente, que nos avistan en ocasiones con desprecio, en otras con la esperanza de que les seamos útiles como invocación de futuro.
- El artista no se ha guardado nada, el esfuerzo para construir desde un imaginario fértil, capaz de inferir el requerimiento del espacio y del tiempo ha culminado felizmente en unas obras que abrirán nuevas dimensiones en nuestra cosmovisión y se anclarán como una plataforma de encuentros y señales. Ha de ser así porque CÁNDIDO tiene la fe del hombre que mastica el hierro, que se hace con él y de él, que el mundo es la chapa, la plancha, el estigma, lo férreo y el fuego que lo forja. Y eso para siempre.
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