JOSÉ RAMÓN VILLA (1949) / NUNCA LOS ABANDONO
El paisaje, después de unos iniciales titubeos entre azules y verdes, se endurece, se fosiliza, se hace tierra arcillada y rocosa, rugosa y mártir.
Pero el leonés VILLA se resiste a abandonarlo sin intentarlo de nuevo, agotando nuevas texturas, nuevas densidades, vigorosas capas cromáticas y tonalidades.
Al final, resurgen y viven, sus masas se mueven y renuevan su ser marino, su naturaleza salvaje, su hondo sentimiento de resucitar una superficie que estaba muerta.
Al correr del tiempo, todos los cráneos se agujerean y parecen cráneos de suicidas.
(Gómez de la Serna)
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