6 de abril de 2009

ALBERTO MAGNELLI


Alberto Magnelli, artista italiano que estuvo vinculado a Kandinsky, me permite ver en su obra lo que quiero ver.


Los planos no se confunden pero se penetran unos a otros, se dan vida siendo tan heterogéneos, y se cubren o se descubren con un cromatismo que es la sangre que los hace salir de su geometrismo impávido.


El pintor no les obliga a renunciar a su anatomía desordenada porque su disposición guarda fidelidad a una lógica interna que no tiene necesidad de revelarse.


No se necesitan ni códigos ni gramáticas, sólo un alfabeto que sepa conciliar un mundo de formas que se desean y precisan la compañía unas de otras.


Magnelli así lo ha entendido y así nos lo ha propuesto. Y si hay alguna frontera en nuestra percepción será la que miopemente establezcamos nosotros.


Cabalgábamos mi amigo y pintor Humberto Viñas y yo sobre unos ponis locos instantes después que nos habíamos dormido en un malecón que hoy estaba insomne y vengativo. Nos despertó un viejo de huesos carcomidos recién salido de la tumba que se anunció como Joseph de Maistre. Fijando sus cuencas vacías en nuestros ojos, nos dijo: "la tierra no es más que un altar inmenso en el que todo cuanto vive debe ser inmolado, sin fin, sin medida, sin descanso, hasta la consumación de las cosas, hasta la extinción del mal, hasta la muerte de la muerte". Después de eso ya no pudimos dormir durante varios días, nos quedábamos escuchando un amanecer que renegaba del momento en que decidió haber nacido.


3 de abril de 2009

ROBERT THERRIEN


Si el arte es un prontuario a descifrar, esta obra de Robert Therrien es su perfecto ejemplo, incluso va más allá.


Símbolo, jeroglífico, signo, o lo que sea, reduce el diálogo a lo mínimo, es decir, a encontrar una llave que abra una supuesta puerta. Nada más requiere.


¿Es suficiente? Sinceramente no lo sé. Yo no entreveo ninguna poesía visual aunque lo he intentado desde una posición remota. Y, en cambio, sí que conservo la intriga de lo que hay detrás de esa cerradura, si es que lo es, pues no dejo de pensar que es la pura nada de la que estamos hechos y en la que ya no queremos volver a mirarnos.


Quizás necesitemos ejercicios de introspección para encontrar en nosotros mismos las respuestas a este desafío estético. Yo, no obstante, me abstengo, no encuentro al padre espiritual adecuado.


Mi amigo y pintor Humberto Viñas y yo nos pasamos toda la noche en el malecón pensando en despojarnos de los Cuatro Viejos. Comenzamos por las viejas ideas que están demasiado ajadas y ya nos no sirven; después por la vieja cultura que, excepto algún desnudo, nos aburría; luego las viejas costumbres que siempre acababan en la cama y algunas veces debajo de ella; y al final los viejos hábitos que nos colgaban miserables pidiendo limosna. Teníamos que empezar algo nuevo en tanto la rumba bailase y el ron alumbrase las cenizas del alba.

2 de abril de 2009

TARSILA DO AMARAL


La obra de Tarsila Do Amaral, la eminente artista brasileña, está en Madrid con el fin de descorrer el telón que hasta ahora no nos había dejado percibir todo su trabajo.


Y cuando lo vemos, trabamos intimidad con el alma de un trópico en que cada ser o ente animal o vegetal que lo anima tiene una forma que se adapta a su condición.


Tarsila posee la intuición plástica precisa para que la inmensidad brasileña, exuberante o árida, pobre o rica, se vislumbre como la representación feraz de una tierra cromática en busca de un destino que la haga vivir para siempre.


Nos asombra su síntesis de modos y estructuras, su visión estilística centrada en persuadir a la imagen para que hable por sí misma y nos comunique a través suyo como ella ve Brasil.


Nuestra retina ha quedado invitada a esta teofanía de la tierra y el hombre y muestra su agradecimiento conservando su destello en una memoria que en esta ocasión no nos será infiel.


De noche en el malecón, mi amigo y pintor Humberto Viñas me dice que aún no se ha explicado la razón de que cohabitemos con estos habitantes desnudos de la penumbra, arrebatados y maltrechos, heterogéneos e ilusionados, que no aman canciones sobre los necesitados y cantan blasfemias en honor a la deidad que les martiriza.


Al ver a dos mulatas aladas, las obsequiamos con el ritual de la piel desnuda para que formen parte de las poseídas por la brisa fresca caribeña, a las que no se les envejece el corazón cuando desde el monte de Venus viajan hasta su Patagonia. Algún día nosotros, cuando ya no estemos ebrios, las acompañaremos.

1 de abril de 2009

LUCIEN FREUD


Yo no sé si he citado ya a Lucien Freud en este blog pero no importa, es un artista al que hay que volver ineludiblemente de vez en cuando.


Y la razón se debe a que es un pintor que nos redescubre el cuerpo de nuevo y nos enseña a verlo sobre todo desnudo, ofreciéndonos con ello una visión de la carne que nos facilita una percepción limpia, sin la trascendencia aparente de la que en realidad carece.


También nos muestra que somos circunstanciales, accidentales, con vocación indeseable de finitud, aunque la pintura parece mentirnos con una promesa de inmortalidad que no nos corresponde. Y los penetrantes ojos del artista hermanados con la mano y el pincel señalan una sensualidad que huele a sexo en trance de gangrenarse.


Nos vemos retratados como si ya estuviésemos muertos y evocásemos lo que la soledad y la vida nos hizo, y vislumbrásemos por medio de esta plástica de lo humano la representación de lo que está ya agotado, además de innecesario y roto.


El malecón llama a mi amigo y pintor Humberto Viñas y a mí a capítulo. Nos ordena la organización de una secta de fedayines para la defensa de su deidad. Serán los apóstoles guerreros del malecón. Y nos ilustró con las siguiente consignas: estricto secreto, selección de los mejores y adoctrinamiento.


Tras muchas jornadas de búsqueda quedó constituido el grupo con un tuerto, un ciego, un cojo, un manco y nosotros. Una vez presentes ante él, nos arengó: id y predicad.


Al cabo de mucho tiempo y peregrinaje, el tuerto se quedó sin el único ojo por ver más de lo que miraba; el ciego, de tanto andar, se perdió en el mar; al cojo le cortaron la otra pierna y acabó varado y penitente; el manco se devoró su otro brazo y se hizo mendicante; y nosotros, contaminados de pesares y efluvios, erigimos un altar a Venus para consolarnos con la cercanía y los alivios de sus sacerdotisas. Ya no pudimos hacer nada más, son aventuras que terminan con un timbal tocando a degüello.

30 de marzo de 2009

RON MUECK


Cuando veo una obra hiperrealista no sé si quiere que yo entre dentro de ella o es ella la que desea introducirse en mí. Quede ahí la incógnita.


Ante este hombre grande del escultor Ron Mueck, que es como un clon transplantado desde una granja de generación de genes insalvables, nos preguntamos visualmente si el horror se concibe como una entelequia plástica que nos ayuda a ser más resolutivos con nuestra mirada o una aporía que nos salva de pronunciarnos sobre un homínido tan visible.


Según voy examinando más obras suyas, crece el desconcierto y la destemplanza me atrapa, su veracidad monumental te hace más pequeño y las epidermis y texturas no dejan de interrogarte desde una posición de superioridad que te incapacita para seguir adentrándote en ese mundo sin misterio.


Mi amigo y pintor cubano Humberto Viñas y yo adoptamos, tras situarnos en el malecón, la siguiente divisa jesuita, tal como la cita Albert Camus en el "El hombre rebelde": "para el cuerpo la violencia sola, para el alma la mentira". No sentamos con la espalda contra el muro cuando observamos que una tempestad de hombres inmensos y desnudos salían de las cloacas exigiendo una carne corrupta más gorda y soleada. En definitiva, nos dijimos al oírlos, toda moral es provisional.

27 de marzo de 2009

HANS BELLMER

  • Hoy es un día soleado que ha nacido con dudas. Y tránsitos desacordes a partir de incertidumbres insospechadas, de indecisiones de hace años que necesitan más tiempo, de suspicacias que exigen gratificaciones inmerecidas y recelos que aún muertos siguen estando vivos.
    Y para hacerlo más corrosivo, Hans Bellmer, escultor alemán, predica con sus muñecas dislocadas lo que no nos atrevemos a confesar. ¿Tan inconfesables son nuestros abismos que cuando vemos sus obras hacemos uso de una frivolidad enmascarada?

    Sin embargo, estamos hechos de una materia llamada a la contrición sin arrepentimiento, porque lo hecho, hecho está. Mas además vivimos del pesar sin remordimiento.


    Bellmer nos utiliza en ese sentido, pero además añadiendo el instinto con vocación homicida y el deseo como ley verdadera.

  • Yo quiero convertirme en un antifaz y a través de él ver sin que me vean, acariciar y poseer estas muñecas, hacerlas mis amantes, y después incinerarlas para que no hablen mal de mí. Eso es lo que profundamente deseo ahora. Mañana no sé.

  • Hoy, mi amigo y pintor Humberto Viñas y yo no hemos salido de su taller. Acariciamos las ratas que son nuestras amigables e infatigables compañeras y dejamos que sus dientes puntiagudos pinten el espíritu de lo insondable. Quien sabe si son ellas las que señalan un edén en el que se recojan espectros que nos sirvan para sobrevivir una vez que vivan en el lienzo. Milagro o no, nos quedamos esperándolo sin apenas un trago de ron que lo hiciese más visible.