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1 de abril de 2009

LUCIEN FREUD


Yo no sé si he citado ya a Lucien Freud en este blog pero no importa, es un artista al que hay que volver ineludiblemente de vez en cuando.


Y la razón se debe a que es un pintor que nos redescubre el cuerpo de nuevo y nos enseña a verlo sobre todo desnudo, ofreciéndonos con ello una visión de la carne que nos facilita una percepción limpia, sin la trascendencia aparente de la que en realidad carece.


También nos muestra que somos circunstanciales, accidentales, con vocación indeseable de finitud, aunque la pintura parece mentirnos con una promesa de inmortalidad que no nos corresponde. Y los penetrantes ojos del artista hermanados con la mano y el pincel señalan una sensualidad que huele a sexo en trance de gangrenarse.


Nos vemos retratados como si ya estuviésemos muertos y evocásemos lo que la soledad y la vida nos hizo, y vislumbrásemos por medio de esta plástica de lo humano la representación de lo que está ya agotado, además de innecesario y roto.


El malecón llama a mi amigo y pintor Humberto Viñas y a mí a capítulo. Nos ordena la organización de una secta de fedayines para la defensa de su deidad. Serán los apóstoles guerreros del malecón. Y nos ilustró con las siguiente consignas: estricto secreto, selección de los mejores y adoctrinamiento.


Tras muchas jornadas de búsqueda quedó constituido el grupo con un tuerto, un ciego, un cojo, un manco y nosotros. Una vez presentes ante él, nos arengó: id y predicad.


Al cabo de mucho tiempo y peregrinaje, el tuerto se quedó sin el único ojo por ver más de lo que miraba; el ciego, de tanto andar, se perdió en el mar; al cojo le cortaron la otra pierna y acabó varado y penitente; el manco se devoró su otro brazo y se hizo mendicante; y nosotros, contaminados de pesares y efluvios, erigimos un altar a Venus para consolarnos con la cercanía y los alivios de sus sacerdotisas. Ya no pudimos hacer nada más, son aventuras que terminan con un timbal tocando a degüello.

UMBRALES INCIERTOS