30 de junio de 2010

FELICIEN ROPS (1833-1898) / SACRILEGIOS

  • No sé si estamos caminando hacia atrás o nos hemos quedado muy adelante. Puede tratarse de una cuestión de derivas en nuestras percepciones temporales y espaciales. Lo cierto es que en arte las identificaciones, en todas las épocas, nos reflejan a nosotros, espectadores y actores, aunque parezca que nunca estemos viendo lo que nos infiltra la duda, el desvarío, el humor ciego, incluso el delirio.
    • El belga ROPS sabía lo que hacía cuando se le acusaba de impío, depravado, decadente y satánico, siendo todo eso y más como representante de un simbolismo que amanecía. Y lo sabía muy bien porque escupía su obra como la transgresión de un tiempo que no merece otra oda más que ésa.

      • Vulneración de supuestos códigos, signos y reglas, precursora -¿comprendida la posmodernidad?- de sintonías configuradas más tarde en contenidos que se hacen formas, en temáticas que se componen a base de suburbios vitales, de derrotas alabadas pues ya no hay victorias. Simplemente es así.


        • Que se conculcan preceptos, sea; que se infringen normas, pase; que se contravienen patrones, aceptable; que se violan creencias, tolerable; que se quebrantan sistemas, para eso están. Pero inadmisible que no haya escándalo, provocación, alboroto, desenfreno. Ya habrá después espacio y ocasión para la reflexión, la calma y el sosiego.



          • No dejemos, por tanto, de mirarla con ojos en los que ha de reverberar ese vendaval íntimo que desgarra y despedaza sin mesura y piedad. No hay sueño sin pesadilla en nuestras visiones plásticas.




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