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19 de junio de 2010

MARKUS LÜPERTZ (1941) / BAILEMOS SIN PARAÍSO

El expresionismo no cerró cuerpos, el neoexpresionismo sigue sin hacerlo. Incluso degollados continuamos siendo en la conciencia estética la parte que ya no somos. En lo humano la metástasis es la naturaleza agraviada de su imagen, porque cuando el acto plástico toma posesión de ese segmento, establece las dimensiones de lo efímero y define las formas de su conservación entre pigmentos y colorantes.

  • Pero lo iniciado es lo grotesco y deforme, tanto lo que se limita al reflejo de escenas en que los estigmas afloran, como lo que destella unas huellas del vivir fichadas por indecorosas.

  • Para el alemán LÜPERTZ la mirada ha de ser un cuchillo que delate y señale signos contrahechos de paraísos sedientos y ávidos de ser el hilo que conduzca a destinos visuales que nunca cesen de autoinfligirse una práctica de reverencia por la figura inviolada e inviolable. Lo que ni siquiera es conforme al rito, no puede terminarse ni agotarse. Cultos y ceremonias en la pintura de este artista no se encuentran, se hallan más bien idilios imposibles, rezos de emociones corporales que se impregnan del estar evitando ver. Y eso es todo.

  • Cuando llego al Malecón, diviso a mi amigo Humberto, rodeado de habitantes, dibujando, sentado en cuclillas, algo en el suelo. Murmullos y silencios se alternaban. En el momento en que los rayos del sol iluminaron el dibujo, una mujer profirió unos gritos incomprensibles, y, luego, un cuchillo se clavó en un sexo. Cerré los ojos, saqué de allí al infausto dibujante y naufragamos en ron.










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