17 de abril de 2009

BENEDETTO CROCE

Afirma Benedetto Croce que la crítica es concebida por los artistas como un arisco y titánico pedagogo, que da órdenes caprichosas, impone prohibiciones y concede licencias, favoreciendo o castigando determinadas obras a su antojo. Y achaca la culpa a los artistas que no saben qué es la crítica y esperan favores que ésta no es capaz de concederles.

Pero discrepo de él -permítaseme tal insolencia- por la seguridad con la que manifiesta que ningún crítico puede convertir en artista a quien no lo es y que tampoco puede deshacer, abatir o menoscabar a un artista que sea artista. Los hechos y la historia dicen lo contrario y no es cuestión de poner ejemplos que todos tenemos en mente y que no sería piadoso traer a colación.

En cuanto a que los críticos sean o se consideren artistas fallidos, no deja de ser otro tópico más y un argumento carente de una verdad sustentada por circunstancias reales.

Y si hay una crítica que clasifica y tritura el arte, no es lo que me atrae; y si hay otra moralista, tampoco cabe en mi enfoque; y la hedonista, me apetece pero no convence; o la intelectualista, de tan hermética, vacía; o la psicológica, que separa el contenido de la forma, que más que inviable, es imposible.

En resumen, la mejor o peor crítica, vista desde el prisma de un malecón falto de afectos, es la que uno ve, siente y vive a partir de su propia formación humana y artística, su sensibilidad y sus sentimientos.

Humberto, cuando le hablé de él, nunca había oído hablar de Timur también llamado Tamerlán. Zais Vosifi, historiador árabe, escribía que allá donde aparecía Timur la sangre de los hombres se vertía a raudales y el cielo tenía el color de un campo de tulipanes. Amante apasionado del arte (¡qué paradoja!), la mitad del día la dedicaba a matar con la misma dedicación que se entregaba a la actividad artística. Y así nació la ciudad de Samarcanda, cuya belleza y perfección dirige el pensamiento del hombre hacia la mística y la contemplación (Ryszard Kapúscinski). ¿Podría llegar el malecón un día a seguir su ejemplo? Por si acaso nos callamos, no fuera a escucharnos, y seguimos nuestro camino en silencio entre trago y trago de ron.

Reproducciones de obras de Martín Pérez Irusta y Mark Rothko.



16 de abril de 2009

TEÓFILO BUENDÍA

  • Siempre hay un espacio que ocupa un vacío hasta que el escultor lo descubre, y al atraparlo se ve obligado a penetrarlo para intuir un cuerpo, un volumen, una forma, un ser o una realidad, en definitiva. Su conciencia es posicional en cuanto que se trasciende para alcanzar y hacer el objeto (Sartre).

    Teófilo Buendía, artista español, en esta obra, envuelta en un sutil misticismo, se posiciona y con ello libera a la madre o diosa Gea de las cadenas que la ataban a su prisión subterránea.


    La ha hecho resucitar y elevarse como un árbol solar que se bifurca a partir de un cilindro inicial y sin llegar a desprenderse de esa peana prisión donde quedan como testimonio las lacias cadenas. Ha dejado atrás una historia, ahora comienza la conquista de otra en la que la creación toma un rumbo distinto.


    Y de ahí que esa apertura inicial y cierre desemboque finalmente en un beso que simboliza las uniones que se dividen para complementarse en lo intrínseco, en lo que culmina toda fusión indeleble. Eso es o querría ser la madre tierra, sin duda.


    Creo que es una talla modesta, de ánimo reposado pero que exige al observador que se concentre en ella tal si fuese un ídolo de madera, después de haber sido la condena de un foso vacío de aire con grilletes.
  • La tragedia estaba anunciada pero mi amigo Humberto, tal era su pasión, no lo había advertido. Yo se lo auguré pero no puso el oído. Y le pasó lo mismo que al gran pintor georgiano Niko Pirosmanishvili que sólo pintaba pantagruélicas cenas que nunca llegaría a probar. Le pintó un retrato al gran amor de su vida, Margarita, con su boca enorme, sus ojos saltones, sus orejas colosales, para regalárselo. Desde entonces vivió solo y abandonado.

    Lo mismo hizo Humberto a su Lionela, pero añadiéndole dos senos asimétricos, un culo del tamaño de la isla y unas piernas para pisar enanos, con lo cual se encontró con lo que cabía esperar (menos él): improperios, insultos a su masculinidad, maldiciones, acusaciones, afrentas, un abandono furioso y si te he visto no me acuerdo. Lo recogí en el malecón al alba cuando iba enseñando el retrato a los babalaos allí reunidos, que creyeron que era una nueva diosa a la que dedicar un cenobio de proscriptos .











14 de abril de 2009

YVES TANGUY

¿Puede ser el surrealismo un estilo de vida? Yves Tanguy, surrealista de origen francés y antiguo marino que empezó a pintar después de la inefable impresión que le produjo un cuadro de Giorgio de Chirico, parece creerlo así.

De esta manera, gracias a su aparición, lo onírico se hizo más que nunca carne de lienzo y se manifestó ante nosotros, espectadores, como una ordalía que habría de probar nuestra inocencia o culpabilidad, según la mirada se sumergiese o no ante lo visto en su obra.

Navegaremos por paisajes oníricos infinitos, avistaremos formas inexistentes en la realidad y existentes en la metafísica del sueño, objetos, seres, maniquíes mecánicos, horizontes ilimitados que subvierten nuestra ancestral codicia de marcar límites, territorios, a lo que es nuestro.

Y nos rodearán gamas irisadas y translúcidas que configuran áreas hasta ahora desconocidas en nuestros estrechos ámbitos de luz, y que nos invitan a un naufragio por esos vastos páramos en los que el silencio es la voz que pinta y describe.

A Tanguy hemos de agradecerle que haya vivido y merced a ello nos haya enseñado lo que nunca sabríamos descubrir.

Las nómadas de Asia han arribado al malecón con sus camellos y su té. Estos buriatos, kamchatkos, tunguzos, ainovos, orochanos, koriakos, matacilíes, batiníes, ismailíes, mazdacos, monofisíes, bectashíes, nugdavidianos, sufíes, hurramitas, serbedarios, cadiríes y hurrufitas, uzbekos, tártaros, azerbaiyanos, chuvashos, turcomanos, bashkiros, kirguises, yakutios, dolganos, karalkapacos, kumykos, haguzos, tuvinos, uyguros, karachevos, chacasos, chulynos, altayos, balkarios, nogayos, turcos, shortos, karaímos y tofalos, quieren quedarse aquí, en nuestro sagrado infierno, sin que haya sitio para todos. No me imagino como acabará esto, le digo a Humberto, pero pintar este mestizaje tan surrealista sólo estaría a la altura de un ser polimorfista, al cual nunca he palpado ni entrevisto. Nos fuimos, entonces, por la penumbra confiando en que el malecón pondría un desorden tal que regulase lo indescifrable.

12 de abril de 2009

SERGIO BARRAGÁN ARÉVALO



Una foto aérea delata mi refugio existencial. Y aunque agudizo la mirada, lo extravío en ese efluvio que transita a lo largo de lo horizontal y que se camufla en un espacio que se reordena en cada segundo de una era de edificación.

Por consiguiente, la construcción pictórica nos ha de situar en el plano que necesitamos para vivir, que es el propio de un urbanismo anímico que forma, color, materia y geometría han diseñado conforme a los designios de una mente que huye de la ceguedad y del caos, que busca la clarividencia de un acomodo que nos proporcione respiro, descanso y espíritu.

Y Sergio Barragán Arévalo, pintor y arquitecto asturiano paisano mío, lo ha comprendido a la perfección. Pues lo ha esquematizado para que lo esencial despliegue su transformación entre recodos, esquinas y vueltas, entre puentes y vías, puertos y obeliscos. La rigurosidad de lo arquitectónico se ve inmersa en una panorámica que fusiona los recovecos, que no se esconden ni ocultan, con las densidades cromáticas de lo exterior, aquello que conforma nuestra guía por calles y avenidas.

Sergio lee en el espacio, y por ello hace confluir en él lenguajes que se citan y confiesan en parque y jardines, en miradas que se reconocen y señales que nos hablan según una versificación plástica que llega a abstraer emociones de nuestros paseos urbanos hasta poner en ellas un trozo de lo que somos y hemos sido.

Nos asaltan las euménides y erinias en el malecón. Humberto y yo nos hicimos los eunucos para salvarnos de la castración. Y no es por lo que se deja de tener sino por lo que duele. Tan desesperados son los gritos de las víctimas que salimos corriendo, para después, en su taller, cuando llegamos, ver claro que necesitábamos otra encomienda.

10 de abril de 2009

CRISTÓBAL GARRIDO LEAL


Dos recios candados aseguran un cortinaje detrás del cual flota una pleamar de silencio nuboso. La acuarela, en este instante, está surgiendo desde otras frondas distintas de las ya tópicamente habituales. Está a punto de romper esas cadenas mohosas sin que esos cerrojos puedan impedírselo a pesar de su fuerza.

Cristóbal Garrido Leal, artista tinerfeño, aborda con una experiencia pictórica consumada los resortes y recursos de una técnica que siempre está llamada a adquirir una vocación plástica de primer orden. Por eso, le ha conferido unas texturas y gamas cromáticas que renuevan la visualización de un plasma que se estaba repitiendo incansablemente. Él ha encontrado un hueco en los límites y lo ha agrandado, impregnándose con ello de la auténtica dimensión del artista.

Y después de esa ruptura viene la concreción de un mundo abierto hecho para caminar sobre un destino de ansias y voluntades, de tierras sin señalar y de ámbitos desnudos.

A mi amigo y pintor cubano Humberto Viñas y a mí nos toca hoy ser penitentes. Andando encapuchados damos un traspié tras otro pero nunca llegamos a caer porque hay una carne oscura que nos sostiene. Así recorrimos todo el malecón y acabamos el rezo. La contrición la perdimos en el viacrucis y ya no hubo perdón. Total, ya no hay quien pueda resucitarnos llegado el momento de la extremaunción.

9 de abril de 2009

RENÉ MAGRITTE

Después de haber entrado en vivo en la exposición de Francis Bacon en el Prado, uno queda desvestido de sueños, casi muerto y con la mirada ciega. Ya no es posible más que levantarnos sin vernos, cercados por una oscuridad de nazarenos, y aunque acercábamos nuestros rostros cubiertos nos era imposible reconocernos.

  • René Magritte, el gran artista surrealista belga, postuló una obra de hallazgos visuales ilimitados pero siempre teniendo a lo terriblemente humano como lo posible en una realidad sociotemporal imposible.
  • Su modernidad nos llega hasta hoy porque su autenticidad nunca ha sido puesta en duda y también es indudable que su escenografía plástica multiplicó microcosmos construidos en un perfecto ensamblaje de imágenes, espacios y tiempos.
  • Nos deja ver su hermetismo con la ironía de quien conoce el secreto vacío, ése que guarda una melancolía pura a la que presta un derroche óptico para evitar su extravío.
  • Nos visita Albert Camus en el malecón a mi amigo y pintor Humberto Viñas y a mí, y nos explica que no basta con vivir, nos hace falta un destino. Nosotros le respondemos que el nuestro ya es historia pasada, por eso estamos aquí esperando la muerte que acaricia entre ola y ola una tristeza que ya no nos abandona.