10 de abril de 2009

CRISTÓBAL GARRIDO LEAL


Dos recios candados aseguran un cortinaje detrás del cual flota una pleamar de silencio nuboso. La acuarela, en este instante, está surgiendo desde otras frondas distintas de las ya tópicamente habituales. Está a punto de romper esas cadenas mohosas sin que esos cerrojos puedan impedírselo a pesar de su fuerza.

Cristóbal Garrido Leal, artista tinerfeño, aborda con una experiencia pictórica consumada los resortes y recursos de una técnica que siempre está llamada a adquirir una vocación plástica de primer orden. Por eso, le ha conferido unas texturas y gamas cromáticas que renuevan la visualización de un plasma que se estaba repitiendo incansablemente. Él ha encontrado un hueco en los límites y lo ha agrandado, impregnándose con ello de la auténtica dimensión del artista.

Y después de esa ruptura viene la concreción de un mundo abierto hecho para caminar sobre un destino de ansias y voluntades, de tierras sin señalar y de ámbitos desnudos.

A mi amigo y pintor cubano Humberto Viñas y a mí nos toca hoy ser penitentes. Andando encapuchados damos un traspié tras otro pero nunca llegamos a caer porque hay una carne oscura que nos sostiene. Así recorrimos todo el malecón y acabamos el rezo. La contrición la perdimos en el viacrucis y ya no hubo perdón. Total, ya no hay quien pueda resucitarnos llegado el momento de la extremaunción.

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