14 de abril de 2009

YVES TANGUY

¿Puede ser el surrealismo un estilo de vida? Yves Tanguy, surrealista de origen francés y antiguo marino que empezó a pintar después de la inefable impresión que le produjo un cuadro de Giorgio de Chirico, parece creerlo así.

De esta manera, gracias a su aparición, lo onírico se hizo más que nunca carne de lienzo y se manifestó ante nosotros, espectadores, como una ordalía que habría de probar nuestra inocencia o culpabilidad, según la mirada se sumergiese o no ante lo visto en su obra.

Navegaremos por paisajes oníricos infinitos, avistaremos formas inexistentes en la realidad y existentes en la metafísica del sueño, objetos, seres, maniquíes mecánicos, horizontes ilimitados que subvierten nuestra ancestral codicia de marcar límites, territorios, a lo que es nuestro.

Y nos rodearán gamas irisadas y translúcidas que configuran áreas hasta ahora desconocidas en nuestros estrechos ámbitos de luz, y que nos invitan a un naufragio por esos vastos páramos en los que el silencio es la voz que pinta y describe.

A Tanguy hemos de agradecerle que haya vivido y merced a ello nos haya enseñado lo que nunca sabríamos descubrir.

Las nómadas de Asia han arribado al malecón con sus camellos y su té. Estos buriatos, kamchatkos, tunguzos, ainovos, orochanos, koriakos, matacilíes, batiníes, ismailíes, mazdacos, monofisíes, bectashíes, nugdavidianos, sufíes, hurramitas, serbedarios, cadiríes y hurrufitas, uzbekos, tártaros, azerbaiyanos, chuvashos, turcomanos, bashkiros, kirguises, yakutios, dolganos, karalkapacos, kumykos, haguzos, tuvinos, uyguros, karachevos, chacasos, chulynos, altayos, balkarios, nogayos, turcos, shortos, karaímos y tofalos, quieren quedarse aquí, en nuestro sagrado infierno, sin que haya sitio para todos. No me imagino como acabará esto, le digo a Humberto, pero pintar este mestizaje tan surrealista sólo estaría a la altura de un ser polimorfista, al cual nunca he palpado ni entrevisto. Nos fuimos, entonces, por la penumbra confiando en que el malecón pondría un desorden tal que regulase lo indescifrable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

PAUL CADDEN (1964) / NO SIN EPITAFIOS