13 de febrero de 2008

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NADA


Desde la sombra del pequeño taller de mi amigo Humberto en Miramar espiábamos con cien ojos negros la penumbra. Pero ya era inútil, la luz se había vuelto a despertar y engalanaba a las mestizas de ébano con el color de la vida hecha danza.


Bajamos hasta el malecón y allí, entre sorbo y sorbo de ron blanco, desnúdabamos los demonios a caballo que se esconden en toda liturgia plástica. Y pensábamos que ya sólo quedaban osamentas, las que se van depositando en un suelo vivo que quiere salir del agobio, pintar otros moradores, trazar infinitas casas y colorear renovados barcos, y gozar en libertad del amor salvado.


Pero agotado el día, el malecón volvió a apagarse y nosotros desandamos el camino cabizbajos y en silencio, ya ebrios de debatir como pintar la nada.

¿Qué te hace sufrir, solitario,
pálido, desolado vagabundo?
Junto al lago se marchita el junco,
y el pájaro no canta.

Keats.

12 de febrero de 2008

Deigote's blog: Enlazar mi blog

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VEJEZ


El artista, a lo largo de su trayectoria, emprende múltiples experiencias estéticas, innumerables ciclos, diversos inicios y heterogéneos finales, hasta alcanzar esa edad en que la decadencia física va dejando una lacerante huella en el imaginario plástico. Piensa que a él, hacedor de vidas plásticas, nunca le pasará.


Vejez y fealdad, vejez y declive, vejez y decrepitud, vejez y enfermedad, vejez y muerte. Constituyen los binomios decisivos de una existencia.


La Edad Media desdeñaba la decadencia humana, el Renacimiento exaltaba la juventud y belleza del cuerpo y juzgaba abominable la deformidad de los viejos.


Du Bellay escribió:

Señora vejez
No me ha dejado más que piedra en los riñones,
Gota en los pies y verrugas en las manos.


Destino biológico inapelable, la vejez, en un creador, es esa angustia por lo que todavía está por hacer, por dar a luz, por culminar la forma definitiva. Incrementa desesperadamente el ansia por dar fin a una obra que él mismo sabe que nunca se va a terminar.


Swift manifestaba que la vejez, además de decrepitud, es la soledad del exilio.


Y en el siglo XIX, Lamennais se preguntaba: ¿qué es un viejo? Un sepulcro andante.


Y en "Fin de partida", Beckett fustiga nuestra impotencia ante la degradación final.


Simone de Beauvoir confiesa; "la vejez es un destino, y cuando se apodera de nuestra propia vida nos deja estupefactos".


Y, por otro lado, el psicoanalista Martín Grotjhan señala que nuestro inconsciente ignora la vejez, mantiene la ilusión de una eterna juventud.


Al final, mi amigo Humberto y yo nos asomamos al malecón habanero en una noche de llanto y nos conjuramos para escapar de ese destino aciago, dejando que nuestros cuerpos se sumerjan en un mar que todavía baña de infinita belleza las arenas de nuestra piel.


7 de febrero de 2008

A LA VERA DEL MALECÓN


Me encuentro con mi amigo Humberto en una Habana tórrida y llena de mar, por la que transitamos hasta llegar a un malecón contrito pero lleno de bellezas prietas con baile en la mirada.

En un momento determinado él me dice que se ve como Diego de Torres Villarroel tal como se retrata en su libro "Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras":

"A mi parecer soy medianamente loco, algo libre y un poco burlón, un mucho holgazán, un si no es presumido y perdulario incorregible, porque siempre he conservado un aborrecimiento espantoso a los intereses, honras, aplausos, pretensiones, puestos , ceremonias y zalamerías del mundo".

Después de esta imprevista declaración narcisista -muy propia de los artistas, que tienen que cargar con ella si quieren seguir siéndolo- trae a colación lo que verdaderamente le preocupa, que es el objeto de su propia vida, y que Paul Valéry describió en su día:

"El artista reúne, acumula y compone "in a material medium" un número de deseos, intenciones y condiciones recibidas por todas partes: en su mente y en su ser. Ora piensa en su modelo; ora en sus colores, sus esencias, sus tonos; ora en la carne misma; ora en la tela que absorbe su pintura. Pero todas estas atenciones independientes están, por necesidad, unidas en el acto de pintar, y todos esos distintos momentos -dispersos, recapturados, proseguidos, quedados en suspenso, perdidos otra vez- forman un cuadro en sus manos".

Estas palabras reflejan casi fielmente el proceso de la creación, el alumbramiento de lo que nuestros ojos hasta ese instante no encontraban y que posteriormente verán con gran pasmo y sorpresa.

Pero Humberto, aterido de angustia, me explicaba que todavía estaba en el trance de agarrar ese instante, pues ya era mucha la holganza que le provocaba tanto ébano y poca la que de verdad le nutría. Pues eso pienso yo también y tengo al malecón por testigo.