16 de noviembre de 2009

WIFREDO LAM (1902-1982) / UNA COSMOGONÍA PROPIA


Si fuese el dueño y señor de un universo propio no dudaría en acudir la gran artista cubano Wifredo Lam para que le insuflase la cosmogonía visual que tuviese en él el símbolo de una obra que ha nacido para recuperar y rescatar la estética de unos rasgos y caracteres ancestrales cuya plasticidad, sagrada e inmanente, había quedado olvidada.


Y lo más asombroso es que esa restitución del origen se lleva a efecto por el artista desde premisas pictóricas contemporáneas, que le permiten afilar y desnudar más y mejor lo oculto de lo mágico y lo ritual hasta convertirlo en un mundo encallado en unos genes recónditos que son su herencia y descendencia.


No oculto mi preferencia impenitente por Lam, que me ha calado tan hondo y vehemente porque refulge en su trabajo unas convicciones tan penetrantes, incisivas y confiscadoras como para que en la percepción ontológica del espectador se produzca una identificación óptica y cerebral con sus propiedades.


Esta obra, en concreto, es, en mi particular obsesión y malformación, una maternidad divina mortuoria rodeada de sus hijos en un cielo que es el manto del dios macho que extiende sus grandes cuernos y su túnica, en una imagen en la que no cabe ya más densidad, prodigio, sugestión e incitación, cuyo encantamiento sobrepasa los umbrales de nuestro imaginario.


Mi amigo Humberto ha vuelto a quejarse de que El Malecón ha hecho huir a la ninfa que construía sus quimeras y les daba brillo al amanecer. Ahora ha perdido el rastro de como elevar al cielo el color que habla de los rayos que nunca vieron la luz. Desciende al abismo de este mar asesino y allí los hallarás, le digo. Y acabamos el ron con el que dibujamos la sombra estigia del retorno.

15 de noviembre de 2009

HUMBERTO VIÑAS

Mi amigo Humberto no tenía quien le escribiera las misivas que quería dirigirme. Entonces ideó una forma ilusoria que supiese hacerlo por él y le salió una Ariadna robusta, tan grande como un continente laberíntico donde el sol y la luna juegan a encontrarse .
Pero después su lenguaje emborronado es una confrontación de rasgos airados que tengo que descifrar porque la angustia de una realidad que le atosiga no es fácil de transmitir cuando la situación acumula pérdidas y siempre se le escapa. En esa isla hay muchas otras dentro y es difícil hacerlas salir hacia afuera, se quedan frecuentemente en la frontera dibujando manchas, trazos, signos que hagan de señales o de huellas que seguir hasta sus últimas verdades.

Yo trato de entenderle en estas obras que tienen un recorrido que oscila entre lo representativo y lo visual cromático, entre lo que vislumbra en su condición de habitante de la penumbra y la sombra que rechaza la imagen. Siempre es problemático dilucidar los planos del significante y del significado. Carl Einstein afirmó que es justamente la significación concreta de cada obra de arte, su costado arbitrario y alucinatorio, lo que nos salva del mecanismo de la realidad convencional y de la estafa de una continuidad monótona. En este caso, sería de una cotidianidad penosa y agotada.


14 de noviembre de 2009

ROBERTO GRECO (1936)

  • Reconozco que soy muy tenaz y obsesivo con mis propias entelequias plásticas y además me convenció esta frase, creo que de James Joyce, de que el hombre, como su Dios, podía crear algo de la nada o de los materiales más inverosímiles.
    • Lo cual me da pie a hablar de esta obra del artista Greco, de origen italiano, que incide en ese materialismo de intensos y resplandecientes efectos visuales que nunca dejan de asombrarnos por ser fruto de una destilación química secreta (de ímproba secreción). Polifonía esta de arpillera o cáñamo, con papeles de periódico o partituras, empastes, pigmentos, números, letras, confluyendo en la configuración de unos organismos que profesan el rito de la visibilidad, de unas formas lumínicas que de esta manera adquieren existencia como fusiones empíricas de una realidad que se ha transmutado.

  • Aunque son muchos los pintores que han transitado y transitan por estos fenómenos, la verdad es que los han fertilizado y hecho crecer, y cada uno de ellos ha aportado a través de los mismos una visión y pensamiento sobre la inmensidad plástica que en todo momento puede seguir siendo descubierta y revelada.


    No han abdicado de ella, por lo tanto, porque el territorio es profundo e inagotable y además guarda todavía insondables enigmas que incitan a su hallazgo. Se decía que el músico, que estudiaba la concordia universal, era un cosmólogo. Yo creo que Greco también lo es.


    • Mi amigo Humberto me dice que está asediado y obstruido, que no puede continuar, que le falta numen y carnalidad y le sobran ojos y bocas que acechan. Yo le propongo este poema de Apollinaire:

    Queremos daros vastos y extraños dominios
    Donde el misterio en flor se ofrece a quien quiera cogerlo
    Hay allí fuegos nuevos colores nunca vistos
    Fantasmas imponderables
    a los que es preciso dotar de realidad.





13 de noviembre de 2009

PABLO RODRÍGUEZ GUY (1950)

  • Este artista español podría no tener otra fuente de inspiración más que la materia y su textura sin someterlas a ningún proceso de depuración idealizadora. Pero lo cierto es que ha actuado como un clasicista al propugnar que el acercamiento y tratamiento debe partir de una idea pura de la belleza, a partir de la cual no sólo se pueden corregir las imperfecciones de la sustancia material sino que se le puede extraer su auténtica y vital alma, que según los diferentes repertorios interpreta los diversos escenarios de su nacimiento, crecimiento, definición y madurez.
    • Cada rugosidad, cada pátina cromática, cada pigmento, cada aspereza, cada grumo o entelado, son jalones de historias de esos periodos, para lo cual esgrime un inventario pictórico (de ubres venecianas y flamencas, y hasta de manantiales españoles e italianos) que son las señas ortográficas por las que discurren esos relatos, de esplendor tormentoso, dramático, fulgurante, sensual, tanto sobrio como vibrante.

      • No cabe duda de que sus recursos, su energía y sensibilidad le ofrecen la seguridad de plasmar el acervo y el misterio, la luz y su expresión más allá de lo que aparentemente se ve, y que incluso puede adquirir una dimensión metafísica, de la cual la mirada queda infectada.

    • Cuando El Malecón observa que amenazan con invadirle nuevos visionarios, nos obliga a echarles. No quiere competencia, Él es el único, y además ¿qué podrían prometer que Él no haya prometido ya? Mi amigo Humberto y yo seguimos a lo nuestro, el hacer marcas en un lienzo que sirvan para acusar y condenar al olvido.





12 de noviembre de 2009

MARÍA JOSÉ MIRANDA (1966)

  • En la obra de esta pintora argentina se percibe una meditación previa acerca de la función de la coloración en un espacio dado y posteriormente, en un proceso sin solución de continuidad, una transformación de esa reflexión en soluciones que se estructuran verticalmente en un tapiz de áreas de color recortadas. De esta forma, los habitantes que han aflorado no pierden la orientación y la inserción en unos planos sensibles que van a compartir la dirección escénica en la realidad que les corresponde.
    • Nuestros ojos no ven una pintura aséptica y transparente, contemplan, por el contrario, un universo túrbido, delirante, insomne, en el que la materialidad de un hábitat tan desolado se confunde en nuestra mirada con la desdicha de la otra que se vive tan desnuda y cruda como ésta.

      • Cierto, entonces, que parece un mundo perdido, ingrávido, fruto del sueño, en una frontera insoluble y atormentada, pero no es menos cierto que se condensa en nuestra visión como si tuviese raíces en las casas y calles que habitamos.

    • Está aflorando una ribera de ensueño desde el cielo, me dice mi amigo Humberto. Hay que aplicarle unas tonalidades suaves expresadas con una voluntad de plenitud y fuerza. Eso es extrañamiento frente a lo real, la huida hacia un mundo reencantado, le digo. Fíjate en este muro que no sedimenta más que ausencias, añado. Anuncia primaveras de muerte.



11 de noviembre de 2009

TRA BOUSCAREN (1974)


Hay una caligrafía tenebrosa que va dibujando contornos en medio de manchas oscuras, turbias, que se agitan en un goteo lacrimoso empapado de sangre fría y espesa. La pesadilla toma forma es un espacio lechoso y sucio, en un sueño del que ansiamos despertarnos o huir.


El artista norteamericano Tra Bouscaren no plantea en esta obra dejar que la masa pictórica borre el trasfondo, lo que persigue y realiza es que la alucinación salga de esa niebla, pueble nuestra mirada del horror y descubra ella misma que su impacto proviene de un sentido plástico convertido en un fenómeno de nuestra angustia.


Podemos etiquetarla como un expresionismo abstracto en busca de referencias, ya sean subconscientes o no, pero sería lo mismo, la pintura es un acontecer y éste nos parece una visión perversa surgida de una realidad no desaparecida todavía.


Hoy han caído las primeras lluvias, que han desbordado canales y conciencias. En El Malecón hay un rosario de habitantes varados esperando un maná aunque sólo sea en un aguacero de incienso y mirra. Y una isla inacabada en la que el tiempo del futuro ya es historia y no hay donde buscar otra.

10 de noviembre de 2009

CARLOS QUINTANA

  • Los personajes, indefinidos y flotantes, sus cabezas, incluso los animales, componen un a modo de corte celestial hierática, en suspenso, pero como una requisitoria sin alma sobre lo mortal y perecedero. Muchos en una ocasiones o pocos en otras, gravitan sobre fondos que los esencializan en un eterno estar. Incluso las miradas que nos dirigen parecen ir más allá del marco, como indicando al espectador una realidad intranquilizadora a la que no tiene acceso.
    • Lo iconográfico y lo atávico se muestran desde su condición de presente que les hace vivir el artista cubano Carlos Quintana, con quien han alcanzado una inmortalidad amañada, producto de unas vivencias cuyas evocaciones sólo tienen rastros insomnes.

      • Ellos son sus interlocutores, y también los nuestros desde el momento de su materialización, son los que en su imaginario plástico contagian la desconfianza del nacer y del existir en unos ámbitos tan celestiales que lo único que hacen inmortal es la longitud del vacío que los rodea.

      • Obra pictórica abierta sobre la base de un hermetismo ambiguo, que nos exige un acopio de miradas, entre el sueño y el crudo despertar, repetidas y coloquiales.

      • De mis tres elementos, me dice mi amigo Humberto, la materia, el ntu y el muñanga, no sé con cual quedarme. Si este último es el que marca el ritmo de la vida, la mía lo ha extraviado en tanta pintura como he hecho. Todo eso es cierto, sí, le digo, pero hemos encontrado un padre, El Malecón, que hasta lleva sotana y va bajo palio.



JUAN PITA (1947) / SIEMPRE CAVILANDO