13 de noviembre de 2009

PABLO RODRÍGUEZ GUY (1950)

  • Este artista español podría no tener otra fuente de inspiración más que la materia y su textura sin someterlas a ningún proceso de depuración idealizadora. Pero lo cierto es que ha actuado como un clasicista al propugnar que el acercamiento y tratamiento debe partir de una idea pura de la belleza, a partir de la cual no sólo se pueden corregir las imperfecciones de la sustancia material sino que se le puede extraer su auténtica y vital alma, que según los diferentes repertorios interpreta los diversos escenarios de su nacimiento, crecimiento, definición y madurez.
    • Cada rugosidad, cada pátina cromática, cada pigmento, cada aspereza, cada grumo o entelado, son jalones de historias de esos periodos, para lo cual esgrime un inventario pictórico (de ubres venecianas y flamencas, y hasta de manantiales españoles e italianos) que son las señas ortográficas por las que discurren esos relatos, de esplendor tormentoso, dramático, fulgurante, sensual, tanto sobrio como vibrante.

      • No cabe duda de que sus recursos, su energía y sensibilidad le ofrecen la seguridad de plasmar el acervo y el misterio, la luz y su expresión más allá de lo que aparentemente se ve, y que incluso puede adquirir una dimensión metafísica, de la cual la mirada queda infectada.

    • Cuando El Malecón observa que amenazan con invadirle nuevos visionarios, nos obliga a echarles. No quiere competencia, Él es el único, y además ¿qué podrían prometer que Él no haya prometido ya? Mi amigo Humberto y yo seguimos a lo nuestro, el hacer marcas en un lienzo que sirvan para acusar y condenar al olvido.





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