2 de julio de 2009

WOLS


  • Lo patético se funde con la agonía de un destino que ni podía ni quería ser interminable.
  • El alemán Wols (1913-1951) vivía marcado por un hado en el que anidaba la fatalidad de ver y significar. Exteriorizó el signo de la muerte en una caligrafía de líneas que eran como entrañas devoradoras o metástasis infames.
  • En este autorretrato se advierte la irrupción de esas frondas malignas convocadas con la finalidad de socavar y pudrir un rostro que en sí es premonitorio.
  • Este artista fue un creador que no creía en sí mismo, que consideraba su obra como una tierra estéril, con unas raíces que no deseaban procrear pues para ello había que sufrir y padecer. Y la gran paradoja es que a pesar de toda su depresión y desánimo las hizo surgir con el veneno filtrado en su piel.
  • Desde aquí, desde esta esquina del Malecón, no percibimos la esencia de este mar antillano tan bien interpretado por Esteban Chartrand y Valentín Sanz Carta. También debíamos haber aprendido de la minuciosidad de Guillermo Collazo, o de la pasión por él de Leopoldo Romañach Guillén y José Hurtado de Mendoza. O de la sabiduría de Amelia Peláez y Víctor Manuel junto con la fantasía de René Portocarrero. Y sin olvidar a Mariano Rodríguez y Ernesto González Puig acompañados de Felipe López y Olga Román Suárez. Aunque lo que nos quedaba por sentir y ver nos lo reservaban Blanco López, Jurra Kessel, Manuel Mendive y Francisco Bernar. Brindamos por ellos y por la suerte de esta agua que amamanta tanto como engulle.

1 de julio de 2009

DAVID ALFARO SIQUEIROS

Además de la ansiada independencia, de lo que se trataba era de recuperar la identidad patria. Y así lo entendió el artista más militante de los grandes muralistas mejicanos, David Alfaro Siqueiros (1896-1974).

Con el formato del mural y mediante la utilización de otros medios como malta, arena, cemento, pistola de chorro y la aplicación del color a la silicona y la piroxilina en lugar del óleo, quería llegar a todo el pueblo mejicano, a hacerles ver en recintos, paredes, tapias o muros, lo que había sido su historia y la lucha que se había sostenido para la consecución de una soberanía que durante siglos les fue negada.

Esta obra de agitación y movilización no se hizo bajo las premisas de un realismo socialista hueco y caduco, sino con la contribución de caracteres plásticos de honda significación en aras al logro de perspectivas ópticas y dinámicas que tuviesen en el espectador un actor activo.

Sus murales irradian una visión épica, heroica y memorable, y su carga ideológica se sirve de la tradición y del anticolonialismo para hacer más efectivo visualmente el mensaje, que tiene en la representación de la fuerza y la lucha su mejor sostén configurativo.

Humberto y yo nos preguntamos cómo es posible que siendo la noche tan negra haya de nuevo tantos invitados en nuestra esquina del Malecón. Y además todos tiburones: el gata, el canalero, el arenero, el cazón de playa, el amarillo, el cabeza de batea, el jaquetón, las cornúas, el tigre, el feroz dientudo, el damero. Y aparecieron también sus acompañantes: las rayas y torpedos, las mantas, los obispos, los peces sierra, las quimeras, los sábalos, las morenas, los macabis, los machuelos, las manjúas, los peces lagarto y los agujones. Nos impidieron entrar después de quedarse con todo lo que llevábamos para una pernoctación que llenábamos de carencias y desamparos y anduvimos de vuelta esperando no despertar a los habitantes que a esta horas siempre soñaban con la luz.



30 de junio de 2009

GRAHAM SUTHERLAND

Son aristas que se clavan, que hieren y cortan; son puntas que fustigan y apuñalan; son formas orgánicas que atraviesan y dejan al espectador con la mirada lastimada.

Graham Sutherland (1903-1980), artista inglés y católico fervoroso, pinta con la fe del atormentado por la duda y por el sufrimiento, por eso sus imágenes nos llevan a ver la convulsión, el retorcimiento, la angustia.

Sus crucifixiones no descorren ningún velo, la penumbra recorre la figura como si fuese una exhalación que emanase de ella. Los rasgos afilados y cortantes nos sitúan ante un símbolo que quiere dejar de serlo, que con sus armas punzantes se defiende en vano. El horror lo paraliza y ya no cabe la huida.

Obra de ascendencias cubistas y surrealistas que no busca orden ni delirio sino la interpretación de una creencia en lo sagrado pero sin púlpitos ni confesionarios. Ella misma es su propia confesión.

Hoy, como en otras ocasiones, es día de dedicación a los resucitados en el Malecón. Aparecen Congos, Lucumíes, Gangás, Macuás, Carabalíes, Mandingas, Minas, Ararás, Ibos, Bibis. A Humberto y a mí nos prohibieron formar parte de sus cabildos porque no sabíamos rezar ni invocar. Éramos visionarios irresolutos, nos dijeron, que no sabíamos encontrar sendas, sólo éramos capaces de cubrirnos con penumbras y seguir huellas borradas. ¡Qué pena que no pudiésemos vender esa verdad!




29 de junio de 2009

ENRICO PRAMPOLINI

Los inicios no inhiben, dan continuidad y seguridad, metodología y comprensión, vías para desarrollar otros procesos y nuevas experiencias.

Enrico Prampolini (1894-1956), artista italiano, se hizo a través de las aventuras plásticas de su tiempo -futurismo, cubismo, abstracción, realismo- y en todas ellas dejó prueba de su instinto de pintor irrepetible.

Esta dos obras son una muestra de un talento que entiende el espacio como un acontecimiento en el que hay retazos de formas que se rehacen y mueven en giros envolventes, en tonalidades cromáticas que se construyen como campos que cohabitan y se desplazan para hallar su destino en la superficie.

Pintura vibrante que circunda la mirada del espectador, confiando en que él participe en ese fenómeno de desove que se exterioriza delante suyo. Y ese desovar no es uno sino infinito en sus realidades, abarca limbos ignotos, paraísos impredecibles y firmamentos convictos.

Hay una geometría que se desdobla y planicies que dejan de serlo para abrirse en deltas de luz y sombra, en estuarios claros de fuerzas oscuras . Aparece, en definitiva, una visión que no se recata de ser ella misma en múltiples goces autoengendrados.

Las tinieblas alumbran nuestro itinerario hasta llegar a nuestra esquina del Malecón. Y de nuevo tenemos que dedicarnos a saludar y ser hospitalarios con huéspedes no invitados. Y así pasamos la noche departiendo amigablemente con los cangrejos moros, los ermitaños, los fantasmas, las cochinillas de mar, los cangrejos violinistas, los gallos, los cargadores, los nadadores, los topos y grillos de mar, los cangrejos araña, los moros colorados y los tortuga. Eran tal cantidad que cuando nos dimos cuenta nos dejaron sin brebaje y sin trancazo. Nos dejaron al alba no sin anunciarnos que llegarían tiempos en que el destino tendría forma de caparazón. No es imposible, pensamos, ya la piel empieza a cuartearse.

26 de junio de 2009

EMILIO VEDOVA

  • Silenciando nuestra angustia no hay protesta ni acusación. Si tenemos que hacer explícitos nuestros deberes, entonces el gesto que transgrede, escupe y vomita en la tela es la ocasión señalada.
  • Emilio Vedova, artista veneciano, comunica con ademán desmesurado, libre, encendido y colérico un compromiso moral y político con la sociedad, a la que ofrece una obra en la que se pueda ver la urgencia y el ansia de esa pasión.

    Los lienzos rezuman trazos que son como cortes sangrientos en recintos oscuros que no dan luz porque niegan la libertad del que quiera penetrarlos. Esa lucha preside los rasgos de una pintura bronca, cuya rabia se expresa en valores cromáticos que son como agentes en perpetuo conflicto a lo largo de su existencia, en el transcurso de una historia que sigue sin final porque es incapaz de arreglarlo.


    • Los tiempos difíciles (¿cuándo no lo son?) provocan a la voluntad del que crea para que su rememoración conjugue la violencia en la que se vive con la energía que alienta a la hora de su formulación plástica. Tal es el caso de Vedova, que nunca olvidó que su compromiso (a sangre y fuego) no era de conveniencia sino de convicción, y que el arte es la materialización de una condición humana que habrá de ser redimida.
    • Cuando Humberto y yo llegamos al atardecer a nuestra esquina del Malecón estaba llena de guardias civiles, pollos sin plumas , corúas, marbellas, rabihorcados, sevillas y flamencos. Después arribaron bijiritas y tomeguines acompañados de langostas espinosas, cobos y tortugas verdes. Como no cabíamos todos, tuvimos que explicarles que habrían de irse. Estuvieron negándose hasta que les dimos vino de uva de caleta, aguardiente y ron. Cuando se fueron, nos pesó la sed y la angustia de seguir vivos sin nada con que tentar al tiempo.


25 de junio de 2009

CONSTANT PERMEKE

El expresionismo de origen nórdico siempre ha buscado en el dibujo y en las texturas y formas plasmadas que ellas pudiesen captar la íntima conflagración interna de la humanidad, expresando sus desesperación ante la violencia y la locura, o la fragilidad y el dolor.

El artista belga Constant Permeke no se permite soñar, se ve arrastrado por una atmósfera sombría que lo ennegrece todo, por la existencia de unos personajes recios, grandes, oscuros, que transportan y hacinan en su ser el desencanto, la pobreza y el sufrimiento de unas vidas que nunca han tenido quien las pinte recibiendo la luz, la claridad de un amanecer plano y luminoso.

La tierra es fría y árida, áspera y seca, y en ella las presencias están obligadas a morar sin esperanza, ya que no hay fe, sólo un mar de derrotas y de ocasos.


Pintura compacta, de tonos duros, de trazos sobrios y de lamentos mudos, que nos dedica unos soplos de meditación visual acerca de la conciencia del arte como conciencia cierta de un destino.
  • Hoy nos visita en el Malecón Olofi, el supremo, causa y razón de ser de todas las cosas, al que le siguen Ochosi, Changó, Yemayá, Obatalá, Ochún y Babalú Ayé. Humberto y yo les cantamos:
Debo confesar
que ya no tienes para mí tanta importancia,
puedo soportar
lo inevitable de un final.
No te empeñes más
en inventar razones,
hoy por hoy
solamente nos queda decir
adiós.






24 de junio de 2009

GEORGE SEGAL

Blancas u oscuras, el artista norteamericano George Segal congela el movimiento de sus figuras para que su gesto mudo nos detenga en su contemplación el tiempo suficiente para intercambiar identidades, situaciones, momentos y pensamientos.
Las encontramos vagando por espacios exteriores, inmovilizadas por su propio ensimismamiento, o en habitáculos interiores, sentadas desnudas con la mirada perdida. El artista, a través de estas escenas estáticas, nos brinda la posibilidad de ver los instantes rutinarios de lo trágico o de la angustia en la intrahistoria de lo humano. Nos coloca en la circunstancia de observar ese momento hondo mediante unos cuerpos que cuando estamos ante ellos, han dejado la vida en nuestras manos a fin de que lo inmaterial que desprenden nos alcance y esté presente en nuestro imaginario.

Al final se establece una interrelación directa y muy íntima con el espectador, el cual acusa el impacto de su presencia asimilando destino, historia y tiempo, detenidos en esa fracción que se congela ante su visión.

Le digo a Humberto que el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz se ha quejado al Malecón de que al ritmo de las tumbas los habitantes varones y hembras de su posesión se mezclan en bailes extremadamente torpes y provocativos, y para colorear estas funciones (sic) se entregan a la bebida de la frucanga (bebida de yuca y ají) y aguardiente hasta perder el juicio y desbocarse en los demás excesos que de tales antecedentes podían seguirse. Ya verás, le aseguré, como nos castigarán otra vez a sed y hambre porque el juicio que perdemos es el de la historia y con él nuestra identidad. ¡Pero si ni siquiera podemos decir que todavía la andamos buscando!