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26 de junio de 2009

EMILIO VEDOVA

  • Silenciando nuestra angustia no hay protesta ni acusación. Si tenemos que hacer explícitos nuestros deberes, entonces el gesto que transgrede, escupe y vomita en la tela es la ocasión señalada.
  • Emilio Vedova, artista veneciano, comunica con ademán desmesurado, libre, encendido y colérico un compromiso moral y político con la sociedad, a la que ofrece una obra en la que se pueda ver la urgencia y el ansia de esa pasión.

    Los lienzos rezuman trazos que son como cortes sangrientos en recintos oscuros que no dan luz porque niegan la libertad del que quiera penetrarlos. Esa lucha preside los rasgos de una pintura bronca, cuya rabia se expresa en valores cromáticos que son como agentes en perpetuo conflicto a lo largo de su existencia, en el transcurso de una historia que sigue sin final porque es incapaz de arreglarlo.


    • Los tiempos difíciles (¿cuándo no lo son?) provocan a la voluntad del que crea para que su rememoración conjugue la violencia en la que se vive con la energía que alienta a la hora de su formulación plástica. Tal es el caso de Vedova, que nunca olvidó que su compromiso (a sangre y fuego) no era de conveniencia sino de convicción, y que el arte es la materialización de una condición humana que habrá de ser redimida.
    • Cuando Humberto y yo llegamos al atardecer a nuestra esquina del Malecón estaba llena de guardias civiles, pollos sin plumas , corúas, marbellas, rabihorcados, sevillas y flamencos. Después arribaron bijiritas y tomeguines acompañados de langostas espinosas, cobos y tortugas verdes. Como no cabíamos todos, tuvimos que explicarles que habrían de irse. Estuvieron negándose hasta que les dimos vino de uva de caleta, aguardiente y ron. Cuando se fueron, nos pesó la sed y la angustia de seguir vivos sin nada con que tentar al tiempo.


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UMBRALES INCIERTOS