31 de enero de 2015

LUDMILA SEEFRIED-MATÊJKOVA (1938) / ME HAN ACOMPAÑADO SIEMPRE


  •  Decía Francis Bacon que la biografía de un artista puede ser el punto de partida para la interpretación de su obra. Y claro que ese punto de partida es evidente en el caso de la checa alemana LUDMILA, porque en sus personajes la piel es tanto un límite como una superficie (la que ella misma retuvo). 


  •  Se han quedado como autorretratos a los que se les ha quitado la máscara y ya no tienen donde posar la mirada. Por tanto, repite Bacon, es erróneo concebir su soledad y silencio como sinónimos, puesto que la soledad habla continuamente, incluso grita. 


  •  Las efigies, estáticas, inmóviles, melancólicas, se sostienen con el fin de mostrarse como una vez fueron, como una vida, la suya, que se hundió sin ser protagonistas sino perdedores, aciagos perdedores que han extraviado el habla, y que si son obesos por casualidad es por no comer y servir de modelos de una utopías caídas en el descrédito y el exterminio.    

Y con qué rapidez
tanta luz concentrada se dispersa 
en mi sangre entre sombras.
(Lorenzo Oliván)

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