2 de abril de 2008

VENUS


Mi amigo Humberto y yo nos embarcamos ayer en una patera que surcó las aguas del malecón a la búsqueda de una Venus con la que disecar un lienzo.


Pero no nos pusimos de acuerdo si sería un icono idealizado, es decir, una Venus urania, símbolo del amor casto y matrimonial, o una Venus pandemia, la divisa de los voraces amores promiscuos.


El Renacimiento, le añado yo, señala otra distinción entre la Venus sagrada (que se representa desnuda) y la Venus profana o terrenal.


La intensidad de la discusión casi nos convierte en unos miserables Robinsones Crusoe del Caribe, perdidos como llegamos a estar entre sargazos ferruginosos, una noche deslunada y unas olas que nos pedían compartir su sufrimiento.


Al fin, varamos en el malecón, que por una vez no emitía más señales que las que hacían unas melifluas caderas desnudas cimbreándose al son de una ocarina maya.


La obra, "Custodia infinita", es fruto de este viaje por esas aguas insondables, de las que es difícil salir indemne dada la ebullición obscena de sus fondos lapidados. Y también de la influencia ovípara de una consorte valquiria que empolla las nocturnidades de mi amigo Humberto.


Cargamos con el fardo a cuestas y por el camino nos tumbó el ron, y con él por compañía aguardamos a saber qué Fidelio nos daría sombra ante tanta penumbra.

FIDELIO PONCE DE LEÓN


Me he levantado con el blanco penumbra de Fidelio Ponce de León, el magnífico pintor cubano, rodeándome sigiloso a la espera de mi propia captura como rehén del meláncolico aullido del alba.


Fidelio, alcohólico, tuberculoso, bohemio y ser doliente y dolorido por antonomasia, nos dejó pintada una hoja de ruta del sufrimiento humano, del que era imposible absorber más en ese color blanco que abrasaba.


Vivió pobre y murió más pobre, pero erigió un poema en el que el lenguaje de la congoja es más penetrante y mortífero cuando él lo ha expresado, por eso es uno de los pocos pintores del mundo que consiguió que su pintura se transmutase en carne desolada, atormentada.


Vio el fondo de lo humano hasta la raíz, y como pudo revelarlo en todo su desgarro, tuvo que humedecerlo en un aguardiente que lo mantuvo desfallecido de angustias y desesperaciones.


Mi amigo Humberto yo, frente a las aguas tristes que acunan el malecón, entonamos por él una plegaria muda, pues el hablar ofendería el poder del silencio.

31 de marzo de 2008

DESENTRAÑAR EL ARTE


Giorgio Vasari fue el primer historiador del arte y además el que afirmaba que la obra de arte está íntimamente vinculada a la vida del artista.


Winckelman, adujo, más tarde, que el arte no era tanto cuestión del artista como de la cultura y su desarrollo, esbozando toda una concepción idealista. De ahí se pasó a formulaciones nacionalistas y deterministas.


Pero ya en el siglo XIX aparecieron los "atribucionistas", cuya base era la investigación filológica, predecesora del formalismo, el cual se atiene a los rasgos formales de los diferentes estilos (Wölfflin) mientras que para la teoría iconólogica (Warburg) las obras de arte son símbolos culturales complejos.


Por otro lado, se forma una escuela sociológica que se centra en las estructuras colectivas como entes que explican y moldean el hecho artístico (Argan).


Y también hay otra rama que toma como eje el arte como un lenguaje específico.


Mi amigo Humberto y yo, contemplando esta obra del fantástico pintor asturiano Orlando Pelayo, nos preguntamos por la razón de tanto ardor en desentrañar un misterio. Pero nuestras estériles divagaciones no alcanzan a entrever el núcleo de esta voluntad apropiadora. Dicen que solamente los sentimientos más profundos son capaces de convocar a los espíritus invisibles, y nosotros, eso está claro, carecemos de ambos.


Acostados en el muro del malecón, nos dejamos llevar por una liturgia de visualización plástica que no requiere más ejercicio que seguir la línea de la densidad carnal híbrida que nos rodea. Abriendo bien el ojo se descubre todo un continente lleno de éxtasis salvajes que pintar.


EDAD OSCURA


Me levanté a media mañana para saludar el fin de la edad oscura o el comienzo de otra, nunca sé, en realidad, cuando amanece una o muere la siguiente.


Mi amigo Humberto, más manco, cojo y encanallado que nunca, había dado a luz una obra en que hieráticos seres masculinos y femeninos resplandecientes moraban y copulaban en una esfera flotante que condenaba a la sombra al malecón.


Me confesó que era su ofrenda a las reinas menores prietas de Guanabacó que merced a sus ceremonias invocadoras habían conseguido que recobrara la fertilidad.


Ahora estaba de nuevo fecundo y podía trasegar un sinfín de formas y luces, escorzos y perspectivas, líneas y manchas, hasta culminar creaciones que evocaban a Polignoto, Zeuxis y Apeles. ¿Estarían sus espíritus griegos bañándose en el Caribe? Si así fuese, bienvenidos sean, mayor tumulto para una bacanal artística que tiene que ser eterna.


Al pasear, al final del día, por el malecón, nos tropezamos con esa criatura pintada por Nelson Domínguez, que nos saludó y nos invitó a fecundarla (¿también ella?). Disimulamos como pudimos nuestro espanto y le susurramos con palabras roncas que no podíamos, que nuestro semen ya no frecuentaba sendas desde que una vez que se asomó quedó solo y sin destino. El ron le sustituyó como único alimento que nutre el trazo de la pasión de nuestro infortunio.


28 de marzo de 2008

AUTORRETRATO DE ARTISTA


Juan Guillermo Garcés Sigas, pintor cubano afincado en España, necesitó este autorretrato para meditar en sí mismo, en la dimensión que un artista ha de adquirir para hacerse como tal.


Y por consiguiente, pinta el momento en que esa reflexión genera la energía y la tensión necesarias, mediante las cuales se describe el silencio y la hondura de una introspección. De ahí se derivó una realidad plástica con la que fisonomizar la lejanía adecuada para la observación de su existencia.


Inevitablemente, es su propósito, asimismo, que nuestra mirada sea su cómplice y se fusione con la totalidad de sí mismo en el instante en que crea su propia efigie en soledad y que también con él participe de ese debate entre el ser y la nada.


Mi amigo Humberto, fiel instigador de sones marchitos, me cuenta, entre ventolera y ventolera sin ron que la trajine, que ya no hay biografías que pintar, sólo entierros, y de esos ni se acuerda.


Fijamos nuestra vista en el mar apalancado en el malecón,que está calmado hoy porque no hay hembras tintas que lo besen, y nos dejamos ir con la mudez a cuestas.

27 de marzo de 2008

PESADILLA


La luna llena desata una sangría de furia a lo largo del malecón.


Una turba de bacantes mestizas perseguidas por sátiros y faunos con patas y colas de cabra, poseídas por un espíritu dionisiaco caribeño, ejecutan una danza frenética mientras amamantan a unas barracudas sedientas que se habían asomado al muro.


Mi amigo Humberto y yo, atónitos, quietos, sumidos en un silencio y pavor que cabalgaban por nuestros huesos, veíamos tal bacanal con ojos visionarios con los que materializar, pasada la alucinación sin ser devorados por ella, este prodigio.


Pues si perduraba el encantamiento, perduraría también el hechizo de la mano del pintor, la seguridad del trazo, la profundidad de la línea, la irradiación del color, el modelado de la forma, la organización del espacio, la sincronía de la perspectiva, la sinuosidad del proceso de construcción, la sabiduría de lo que se desoculta.


Nos despertamos y emprendimos el rumbo por el callejón del olvido, habiendo perdido a Dionysos Baco por el camino, preguntándonos al final por qué únicamente nos quedó de esta saturnal una sola figura que semejaba nuestra propia imagen entrevista en una pesadilla. ¿Monstruos del ron o de la razón?

26 de marzo de 2008

MODIGLIANI


Fue el Romanticismo el que abrió la puerta al espectador para la interpretación por sí mismo de la obra de arte. El significado íntimo que ella le procuraba tenía tanta legitimación como el que procedía de la fuente institucional o del precepto académico.


Yo me he arrogado y he hecho uso siempre de esta facultad individual que como humano me autoriza a ver y glosar, descifrar y deducir, o simplemente contemplar, sentir y percibir.


Por ello, al mirar la obra de Modigliani, que se está exponiendo en Madrid actualmente, se graba en mí la convulsión de tocar lo inaprensible, pues esos cuerpos femeninos desnudos son pura ficción, pero cuando los veo deseo palpar su resurrección.


Entablas con ellos una lucha de imposibles, intentas que los pequeños rasgos de sus rostros se dirijan solamente a ti, que su carne -cuyo color la hace todo un hemisferio de sensualidad- te apriete apasionadamente.


Mi amigo Humberto y yo lo hablamos recostados en un recodo del malecón, y, entre trago y trago, convinimos en admitir lo que escribió Víctor Hugo:


"Todos los sistemas son falsos, sólo el genio es verdadero".


Ya en el taller, esperábamos que los pinceles y la espátula hubiesen hecho su trabajo, para eso mi amigo les había visualizado previamente unas arquitecturas de viento, pero todo fue inútil, se niegan a realizarlo, argumentan que el ron que les ofrecemos no es suficiente. ¿Cuándo lo será?