- Al cubano ORLANDO, un gran pintor moderno, toda tendencia, corriente, movimiento y escuela le enseñaban algo, lo suficiente para que a partir de ahí él también mostrase otro tanto, pues su virtud era el placer de invocar su propio don para dar con la plasticidad propia.
- Su territorio era una pradera despojada de alambres, él situaba los postes de la forma que quería en toda una pigmentación que se declaraba enriquecida con su acervo. Sus trazos fluían con una enorme naturalidad, como si él no los guiase, sólo les dejase continuar la obra hasta su final.
- Se hace palpable que tenía en la pintura la expresión de su intimidad, de aquella capacidad para intuir y ver lo que se cernía sobre él a modo de creatividad, a la que no se podía negar, pues bailaba sola dentro de los medios que utilizaba, del imaginario que constantemente era su obsesión. Aunque también suponía el disfrute último de haberlo obtenido.
- Mi pie dejó al paisaje cuando
- el cielo se encajó sobre la gente
- que remaba para echar
- hacia occidente
- sus balsas esforzadas
- y era en vano.
(Sigfredo Ariel).
- Somos hilos, marañas, telas de araña, ovillos que emanan como espíritus de las cosas inanimadas. Somo símbolos vivos que siguen proyectándose ante objetos o seres muertos, en un último intento de insuflarles el tiempo interior que era suyo y no queremos que pierdan.
- El japonés SHIOTA, en sus instalaciones, trata de ofrecernos una puesta en escena que sin desechar el efecto visual que nos induce al asombro, al mismo tiempo conforma una propuesta espiritual de reencuentro con la interrogación de uno mismo, de lo que marca ese entrelazamiento múltiple que nos rodea y que lo único que nos confiesa es nuestra propia confusión.
- Seguramente el artista parte de la base que apunta a unas pesquisas abiertas y perennes que no somos capaces de despejar, que como espectadores no sabemos indagar o no lo deseamos, y que por eso a través de estas fantasmagorías y alucinaciones impactan con más crudeza hasta llegar al corazón de la pregunta o de la respuesta.
- El pan nos falta y la electricidad, nadie
- desaloja al falso rey, al gato de su inercia, nadie
- grita la diana de los primeros días.
(Sigfredo Ariel)
- Él, el cubano HUMBERTO VIÑAS, las llama ondinas y aunque son el equivalente inverso de las sirenas y simbolizan lo femenino y peligroso de las aguas, no tienen en su obra el carácter maléfico que les atribuye Krappe. Por el contrario, tienen la función de calmar su sed y su hambre a duras penas en el sentido más literal de ambos términos.
- Idealizan con los colores cálidos del Caribe aquello de lo que que se carece, de lo que no hay, de lo que quiere vivir a pesar de todo. Guajiras que sueñan con el amor, la música y el barco que nunca llega y les llevará más allá de la bahía. Sus rostros expresan la tristeza de unas noches que no tienen amanecer.
- Se mueven entre una vegetación insumisa entre la que se desnudan y esperan, siempre esperan a que una luz se haga. El artista es el creador de un estilo inconfundible de orígenes muy arraigados, de claridades oscuras, de reversos contradictorios, de formas manieristas insuperables, de retratos que guardan la auténtica realidad de sus secretos. Amigo mío, es posible que te tengan olvidado, pero para algunos sigues siendo un pintor de pura raíz isleña y tropical.
- Obras maestras rompen todos los días.
- Hoy pasaron unos huérfanos cantando.
- En sótanos y estantes ennegrecen
- los mejores tintorettos, laberintos
- que no atravesaré.
(Sigfredo Ariel).
- Me viene a la memoria Edmundo Desnoes cuando escribía aquello de que el primer paso del artista es abrirse a la cultura de su época, recibir influencias, para luego sedimentarlas y hablar con acento propio.
- Qué mejor ejemplo entonces que el del cubano-chileno CARREÑO, que afiló su tajo para que la recolección de la siega o el baile de la santería no se quedara en una mera épica, sino también en una realización que construye a partir de esas referencias su propio hito plástico.
- Después viene la reflexión sobre la dirección del quehacer plástico en función de otros sueños venidos de más allá del atlántico, de unos colores planos, limpios y luminosos, que coreografían unas presencias entre lo que constituye una esencia pictórica y una melodía onírica, entre una realidad solícita y un canto a la tierra infeliz.
- El país es pequeño, padre Ogún,
- dormimos demasiado, arrimamos
- el cuerpo a los abismos, pocas veces
- echamos las palabras al fuego.
(Sigfredo Ariel).
- Consternados mi hermana y yo por el expolio de nuestros legítimos derechos sucesorios cometido por un pretendido pariente nuestro, rufián, felón y bellaco, depredador de herencias, apodado PABLO CRABI DE OVIEDO, junto con sus compinches, no tuve otra alternativa que encomendarme a la invocación del espíritu de LEONARDO DA VINCI.
- Sin tener su consentimiento para visitarlo, me arriesgué a subir por la estrecha y oscura escalera de caracol hasta la puerta de su torreón, cerrada a cal y canto. Pero hasta mi tenacidad me sorprendió al tratar de penetrar en su estudio, lo que después me di cuenta de que era la reacción de un ignorante incauto, pues cuando me encontré en el umbral con un mitad dragón mitad ave de rapiña que se precipitó contra mí y se me enredó en el pelo mientras emitía una horrorosa risa de nigromante, salí como alma que lleva el diablo. Luego me enteré de que esa marioneta era el arma que utilizaba contra los intrusos no deseados.
- No obstante, pasado el susto, no descansé hasta tomar contacto con él y conseguir explicarle nuestra situación. Sabía que amalgamaba trozos de lagarto, salamandra, lombrices, serpientes, mariposas, langostas, murciélagos, con lo que creaba horribles y temibles monstruos de aliento venenoso, que escupían veneno por la garganta, fuego por los ojos y humos por el hocico.
- Entonces él me dijo que en mi caso para representar a ese auténtico monstruo, usurpador y codicioso, ruin y vil, tomaría la cabeza de un mastín, los ojos de un gato, las orejas de un puercoespín, la nariz de un galgo, las cejas de un león, las sienes de un gallo y el cuello de una tortuga de agua. Y así lo hizo, añadiéndome además que esta nueva naturaleza significaría un estigma indeleble y eterno.
- Me vi, por supuesto, obligado a expresarle todo mi agradecimiento, a ofrecerle mi ayuda en todo lo que necesitase y su bendición protectora. Esa fue nuestra despedida y su regreso al mundo sobrenatural de la idea y la genialidad. Adiós, amigo, y hasta siempre.
No pienso, luego existo
aunque sea a duras penas, malamente.
(Ángel González).
- El corazón es sabio cuando aglutina y no cuando separa. Debido a ello, el chileno AMPUERO, con una sobriedad magnífica, aquilata el valor de sus imágenes como derribos viscerales de una época cuyo corazón está carcomido.
- La configuración de su obra no necesita abolengos y sí reúne un montón de ideas que tienen un sentimiento plástico, en el que hay que dilucidar, entre las sucesivas escenas, aquellas más ricas en sugestiones de toda raigambre.
- Tanto la rigurosidad en los planteamientos como el carácter entre onírico y real de sus propuestas hacen a su obra acreedora de un estatus de integridad y multiplicidad logística. No cabe duda que una dirección estilística concreta rubrica su campo de acción y singulariza una plástica fácil de etiquetar si no se tienen en cuenta todas las especificidades que le son inherentes.
- Hay mañanas que no deberían amanecer nunca
- para que la luz no despierte lo que estaba dormido,
- lo que estaría mejor dormido
- y aún en el sueño vela, acosa, hiere.
(Ángel González).
- Hay que buscar el instante exacto en que los términos del quehacer artístico se expanden y se dilatan. Lo verdadero aportado por el autor está al caer y con ello el veredicto final. Legitimación pura y dura, se dice.
- En el caso del filipino VENTURA ese momento tiene lugar y además lugares, hallazgos, historias, mestizajes, vorágines, refritos, colages, símbolos y orígenes plásticos distintos, como distintos son también sus inventarios visuales.
- Impactan hasta que llegamos a los fondos y contornos de su matriz, la misma que nos va convenciendo de un recorrido que no se ha puesto condición previa alguna excepto la de situar al espectador ante la genuina versión de una mente imprevisible.
- Y que mañana sea mañana siempre;
- que la pereza deje inacabado
- lo destinado a ser perecedero;
- que no intervenga el tiempo,
- que no tenga materia en que ensañarse.
(Ángel González).