29 de junio de 2013

LEONARDO, AYÚDAME.


  •  Consternados mi hermana y yo por el expolio de nuestros legítimos derechos sucesorios cometido por un pretendido pariente nuestro, rufián, felón y bellaco, depredador de herencias, apodado PABLO CRABI DE OVIEDO, junto con sus compinches, no tuve otra alternativa que encomendarme a la invocación del espíritu de LEONARDO DA VINCI.  


  •  Sin tener su consentimiento para visitarlo, me arriesgué a subir por la estrecha y oscura escalera de caracol hasta la puerta de su torreón, cerrada a cal y canto. Pero hasta mi tenacidad me sorprendió al tratar de penetrar en su estudio, lo que después me di cuenta de que era la reacción de un ignorante incauto, pues cuando me encontré en el umbral con un mitad dragón mitad ave de rapiña que se precipitó contra mí y se me enredó en el pelo mientras emitía una horrorosa risa de nigromante, salí como alma que lleva el diablo. Luego me enteré de que esa marioneta era el arma que utilizaba contra los intrusos no deseados.  


  • No obstante, pasado el susto, no descansé hasta tomar contacto con él y conseguir explicarle nuestra situación. Sabía que amalgamaba trozos de lagarto, salamandra, lombrices, serpientes, mariposas, langostas, murciélagos, con lo que creaba horribles y temibles monstruos de aliento venenoso, que escupían veneno por la garganta, fuego por los ojos y humos por el hocico.




  • Entonces él me dijo que en mi caso para representar a ese auténtico monstruo, usurpador y codicioso, ruin y vil, tomaría la cabeza de un mastín, los ojos de un gato, las orejas de un puercoespín, la nariz de un galgo, las cejas de un león, las sienes de un gallo y el cuello de una tortuga de agua. Y así lo hizo, añadiéndome además que esta nueva naturaleza significaría un estigma indeleble y eterno.     




  • Me vi, por supuesto, obligado a expresarle todo mi agradecimiento, a ofrecerle mi ayuda en todo lo que necesitase y su bendición protectora. Esa fue nuestra despedida y su regreso al mundo sobrenatural de la idea y la genialidad. Adiós, amigo, y hasta siempre.



No pienso, luego existo
aunque sea a duras penas, malamente.
(Ángel González).  

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