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11 de septiembre de 2009

ANTONIO QUIRÓS (1912-1984)

  • El artista cántabro Antonio Quirós se ponía a prueba y nos ponía a nosotros también, espectadores, cuando su pintura iba desvelando perímetros fríos o helados, habitados por seres mecánicos o infrahumanos cuya naturaleza era el espejo de la nuestra.
    La conciencia del pintor es un eco por el que desfila lo oscuro y un oráculo tenebroso de los que se libera por medio del empleo de trazos en capas esmaltadas largas y monocromas que dan consistencia a lo encerrado carente de fábula, pues no la hay cuando los señalados son signos.

    Y ni siquiera de ese cementerio ficticio, plástico, podemos escapar porque está en nosotros mismos y es el camino visual que él nos ha esbozado para evitar extraviarnos.


    Una obra que nunca debe dejar de evocarse bajo los silencios que deparan soledades y abandonos, que son tantas y tantos que no caben ni en la misma tumba.

    Amigo Humberto, le digo, se pinta para delinear el fin aunque se comience por el desamparo, la nostalgia y el destierro. El Malecón lo sabe muy bien, por eso espera la oportunidad de que esa culminación sea a su mayor gloria. Y nosotros, desde esta atalaya de pieles mulatas, iremos dejando de ser poco a poco, confiando en que el ron sea nuestro único mediador.





10 de septiembre de 2009

FIN DE LA PINTURA

  • Afirma Danto que la pintura ya ha dado todo lo que tenía que dar y se ha agotado.

    Pudiera ser verdad si partimos de la base de que con Robert Ryman nos hemos quedado en blanco, con Ad Reinhardt a oscuras y con Daniel Buren a rayas. El relato modernista no ha podido estirarse más.
    • Ahora toca una pintura plural, abierta, flexible, sin estereotipos ni exclusiones fundamentadas en un código legitimador ni un manual de estilos bendecido en catequesis.


    • Ya no habrá vanguardias históricas ni cánones académicos, será un fin de lo que ya ha sido institucionalizado y glorificado y se iniciará otro ciclo cuyo discurso se cimentará en su propia falta de discurso. ¿Con eso se evitará o no la formación de otro desarrollo histórico-artístico?

    • El espectador, filosofías y teorías aparte, necesita a la pintura como espectáculo visual, aproximación y lectura de la realidad que le rodea y comprensión y entendimiento de sí mismo. Eso creo por lo menos. Y será así hasta que se demuestre lo contrario, que podría ser mañana o ahora mismo inclusive. Es evidente que nadie tiene más derecho a la contradicción que uno mismo.


    • Ya acodados en el Malecón en plena noche, aunque el apagón general le ha brindado la luz que normalmente le falta, mi amigo Humberto me dice que él no puede dejar de pintar porque se le escaparía la vida. No te creo, le contesté, todavía puedes apurar el resto de tu vida construyendo balsas, apilando y enterrando cadáveres o haciendo marcos conteniendo fuentes de ron. No se amilanó y me echó en cara que yo era como un difunto vespertino que había salido de la penumbra para cobrar aranceles.





9 de septiembre de 2009

PATRIK HERON (1920-1999)

En el artista británico Heron el color es una sensación que busca en la superficie plana una biografía que escribir. Y deja que en su interior distintas formas sean genes en continuo proceso de servir a lo que constituye el fin general.
Matisse hizo al color personaje principal aunque ya los venecianos le habían dado un trato protagonista, después llegó la abstracción para glorificarlo y exprimirlo. Heron lo sitúa en el plano de reconocerse, verse a sí mismo sin narcisismo, expresarse en sus opciones y seleccionar las que se necesitan para entregarse a un destino en el que la plasticidad es la naturaleza con la que construirse y vivir.

Nosotros, como espectadores, visualizamos trayectos ópticos, emociones de contenido cromático, reacciones acordes con la tonalidad y la dicción, sin olvidarnos que hay un pensamiento cuya inflexión es volver siempre a él, a ese color que tiene y es la razón de sí mismo.


8 de septiembre de 2009

ANTOINE PEVSNER (1886-1962)

  • Si a lo largo del siglo XVIII, las bellas artes se separaron definitivamente de las ciencias y de las artes mecánicas, el artista ruso Pevsner, junto con otros, vino a recuperar, en el siglo XX, el potencial plástico de una fusión que pronosticaba un diálogo que nunca debió haberse interrumpido.
    • Cristal, hierro, metacrilato, transformados y depurados por la ingeniería, son materiales que conforman la gestación de un espacio con estructuras que parecen moverse, girar, establecer campos ondulatorios que desafían la física tras imprimirle otra dimensión.

      Lo mecánico es producto de la experimentación empírica, lo escultórico el resultado de someter y trascender ese presupuesto científico, de construir sobre él la magia de una realidad que desde esa base inicia su retroalimentación.


      • La modernidad descubre que no hay que establecer límites a los soportes artísticos y que se pueden ligar en paralelo a las revoluciones tecnológicas, en aras a la consecución de un arte más ramificado, poderoso, y lo que es más importante, con mayor capacidad de recreación, de pensamiento y de alternativas visuales.

      • Mi amigo Humberto, en nuestra esquina del Malecón, me comenta que en esta tierra tan viciosa de ánimas redimiéndose de penas, hay pobreza de imágenes, escasez de percepciones, hasta el azar es causa y efecto. El Malecón, en perpetua vigilancia, pasa y asiente, pues para él lo valioso es escuchar a los difuntos vespertinos.




2 de septiembre de 2009

AMSELM KIEFER (1945)

  • En la obra del artista alemán se visualiza una amenaza latente que parece dirigirse a todos aquellos que se detienen a contemplarla. Invocada por el pasado y el presente es una manifestación sobre el espíritu de la historia y la duda acerca de un futuro ausente.
    • La conminación nos llega a través de esas terribles superficies verticales u horizontales que albergan signos de barbarie, señales de tiempos en los que la maldición celebra rituales de oscuridad admonitoria.

      Es así una pintura en la que la desolación adquiere transparencia, en la que la visión nos traslada a espacios vacíos de una humanidad en trance de desaparición, y las connotaciones existenciales que nos abordan se suceden ante una propuesta que es compendio y síntesis, informe plástico de una autoconciencia que no postula salvaciones sino encrucijadas de vencimientos cansados de repetirse y reconstruirse.


      • Mi amigo Humberto y yo coincidimos en que el Malecón no necesita ninguna reconstrucción, ha de deteriorarse en simetría con nuestras derrotas y arrugas, en paralelo a nuestras carencias y angustias. Las pieles y carnes mulatas, aunque nos sondean, ya no nos transmiten cadencias y las notas de sus sonidos ya no graban la tela de lo sensual. Más mal que bien somos un aliento oscuro labrado en el lienzo, el cual recibe de vez en cuando un poco de ron para inseminar infiernos.



1 de septiembre de 2009

GERHARD RICHTER (1932)

El color impregna la memoria visual, la describe como una biografía inacabada, toma de ella cuanta amalgama necesita para continuarla, se vierte en filtros depuradores y aprende a transmitir las circunstancias y aconteceres plásticos que son la sustancia de una aventura indomable.

El artista alemán Richter no establece demarcaciones, juega con el sentido inconsciente de la forma abstraída en su propia contemplación, en la visión de una génesis que en cada gesto, acto y proceso irradia nódulos, inflamaciones cromáticas que fructifican en nuestra mirada.

A la vez, fuentes inagotables son océanos en donde los fondos nacen dotados de más luz que la superficie, en la que no hay espesor sino la delgadez de unos rasgos y capas comprometidos no con una historia sino con un tiempo, aquél que nos incita a estar siempre viendo y sintiéndolo.

Nuestros recorridos por el Malecón no tienen abstracción posible, le digo a mi amigo Humberto. Pero él se empeña en rescatar utopías sin sangre a pesar de que vuelvo a repetirle lo que escribió Wölfflin: "aun el talento más original no se puede adelantar más allá de ciertos límites fijados para él por la fecha de su nacimiento". ¿Y Marcel Duchamp? me contesta. Y seguimos con nuestro paseo bajo estrellas en guerra.

31 de agosto de 2009

MARCEL DUCHAMP (1887-1968)


Del artista francés Duchamp ya se ha dicho todo y de todo. Fue objeto de múltiples estudios y referencia imprescindible de las vanguardias artísticas de las primeras décadas del siglo XX.


Acaso sobre él y su obra no haya más que comentar o analizar, y hasta sería superfluo, excesivo y redundante el insistir, pero quisiera remarcar un aspecto singular: el que en esta figura hay dos hilos temporales que se pueden considerar contradictorios; uno, en que la vida es lineal y transcurre hora a hora y día a día dentro de sus propios cauces, sean los convulsivos, violentos y arrebatados de la época; y otro, en paralelo, por el que su quehacer artístico agota etapa tras etapa en momentos, se podría decir que hasta en instantes, consumiendo de forma rauda fases, periodos, ciclos, ocurrencias, cambios, sin llegar a detenerse nunca.


Su intención y objetivo era poner en cuestión el arte, mantener un pulso con sus límites, con lo institucionalizado, aparentando una provocación que tenía más de reflexión que de artificio. Lo cierto es que en unos años puso siglos de distancia con una estética con todavía resabios neoplatónicos o neonominalistas que se negaba a desaparecer.


Todo ello fue el resultado de sus presentimientos e intuiciones, que marcaron orientaciones, múltiples direcciones y nunca le parecieron suficientes. Éste sea tal vez su mejor epitafio, el de haber sido siempre un inicio, el final lo dejaba para otros.

UMBRALES INCIERTOS