En el artista británico Heron el color es una sensación que busca en la superficie plana una biografía que escribir. Y deja que en su interior distintas formas sean genes en continuo proceso de servir a lo que constituye el fin general. Matisse hizo al color personaje principal aunque ya los venecianos le habían dado un trato protagonista, después llegó la abstracción para glorificarlo y exprimirlo. Heron lo sitúa en el plano de reconocerse, verse a sí mismo sin narcisismo, expresarse en sus opciones y seleccionar las que se necesitan para entregarse a un destino en el que la plasticidad es la naturaleza con la que construirse y vivir. Nosotros, como espectadores, visualizamos trayectos ópticos, emociones de contenido cromático, reacciones acordes con la tonalidad y la dicción, sin olvidarnos que hay un pensamiento cuya inflexión es volver siempre a él, a ese color que tiene y es la razón de sí mismo.
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