El artista alemán Richter no establece demarcaciones, juega con el sentido inconsciente de la forma abstraída en su propia contemplación, en la visión de una génesis que en cada gesto, acto y proceso irradia nódulos, inflamaciones cromáticas que fructifican en nuestra mirada.
A la vez, fuentes inagotables son océanos en donde los fondos nacen dotados de más luz que la superficie, en la que no hay espesor sino la delgadez de unos rasgos y capas comprometidos no con una historia sino con un tiempo, aquél que nos incita a estar siempre viendo y sintiéndolo.
Nuestros recorridos por el Malecón no tienen abstracción posible, le digo a mi amigo Humberto. Pero él se empeña en rescatar utopías sin sangre a pesar de que vuelvo a repetirle lo que escribió Wölfflin: "aun el talento más original no se puede adelantar más allá de ciertos límites fijados para él por la fecha de su nacimiento". ¿Y Marcel Duchamp? me contesta. Y seguimos con nuestro paseo bajo estrellas en guerra.
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