- El artista cántabro Antonio Quirós se ponía a prueba y nos ponía a nosotros también, espectadores, cuando su pintura iba desvelando perímetros fríos o helados, habitados por seres mecánicos o infrahumanos cuya naturaleza era el espejo de la nuestra.
La conciencia del pintor es un eco por el que desfila lo oscuro y un oráculo tenebroso de los que se libera por medio del empleo de trazos en capas esmaltadas largas y monocromas que dan consistencia a lo encerrado carente de fábula, pues no la hay cuando los señalados son signos.
Y ni siquiera de ese cementerio ficticio, plástico, podemos escapar porque está en nosotros mismos y es el camino visual que él nos ha esbozado para evitar extraviarnos.
Una obra que nunca debe dejar de evocarse bajo los silencios que deparan soledades y abandonos, que son tantas y tantos que no caben ni en la misma tumba.
Amigo Humberto, le digo, se pinta para delinear el fin aunque se comience por el desamparo, la nostalgia y el destierro. El Malecón lo sabe muy bien, por eso espera la oportunidad de que esa culminación sea a su mayor gloria. Y nosotros, desde esta atalaya de pieles mulatas, iremos dejando de ser poco a poco, confiando en que el ron sea nuestro único mediador.
Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
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11 de septiembre de 2009
ANTONIO QUIRÓS (1912-1984)
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