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28 de octubre de 2008

ISABEL COSIN / NATURALEZA LIBRE


Para Isabel Cosin, artista valenciana, la naturaleza no debe pintarse como lo que es sino como lo que parece. Y esta obra es todo un ejemplo de ello.


La conciencia teórica y estética está presentes en la plasmación de unas formas que a través del color dilucidan el perfil y la fisonomía de un paisaje que se inventa a sí mismo dentro de una superficie acuífera transparente.


Y este paisaje divaga por medio de la armonía de leves acordes, de acústicas en que se refleja una plástica lírica, de poemas arbóreos en busca de significados latentes en la nomenclatura cromática.


La mirada nada a través de esta sinfonía cuyo propósito se percibe a través de una danza que sea el origen voluptuoso de otras.


Entre el sol y la sombra mi amigo Humberto pinta incansable. No sigue ningún rumbo pero cuando se acerca al abismo retrocede. Y yo le digo que es necesario cruzarlo, de lo contrario el malecón ya no serviría para solventar las dudas, para acallar la rabia de los tiempos y el furor de los impíos.

PAULA FIGOLI / DESGARRÓN


Un velo queda rasgado por la tensión de fuerzas centrífugas (quizás son las propias manos del que usurpa un espacio ajeno), aunque la ligazón persiste a través de una atadura que quiere volver a reunir ambas partes, a restaurar lo desgarrado para que el enigma, lo que está oculto, siga estándolo.


Paula Figoli, joven e inquieta artista argentina, juega con la plasticidad de lo que se descorre para enseñarnos a ver más allá. Y en este caso, la cicatriz negra, quemada, con su costra mordida, queda al aire para mostrar un misterio que no ya no pretende serlo aunque siga sin ser desentrañado.


El himen se ha desflorado, la vertiente genuina del símbolo adquiere toda su dimensión y grandeza, y la catarsis es una piel machacada cuya sangre seca petrifica una geografía en la que la carne perpetra la traición involuntaria a la materia de la que está hecha.


Obra que concita visiones encontradas, mirada agudas ante un lenguaje de expresión dolida y en presencia de un elocuente sentido del sufrimiento en lo táctil y epidérmico.


Las fronteras del malecón no entienden de vida. Impiden la entrada cuando la exaltación es auténtica y no fugaz. Hoy, junto a la penumbra y debajo de ella, arribamos a sus límites y los traspasamos gracias a que no pudieron descubrirnos. Celebramos la gesta mi amigo Humberto y yo con una botella de ron salvada del naufragio. Y apoyados en el muro contemplamos en silencio los fantasmas de la desolación.

27 de octubre de 2008

FRANCIS BACON


Tomándome la libertad de remitirme a una frase dicha por Schopenhauer sobre la raíz de la filosofía, que le dirigió a un interlocutor al final de su vida, diría que un "arte entre cuyas obras no se escuche las lágrimas, el aullido y el rechinar de dientes, así como el espantoso estruendo del crimen universal de todos contra todos, no es arte".


Francis Bacon así lo entendió y así lo llevó al límite. Todo lo que hay que decir sobre él y su obra ya lo ha pronunciado él con harto dolor. A nosotros nos toca contemplarlo y hacernos eco de ello. Si el Bosco nos deslumbró con lo incógnito, Bacon nos asombró con la capacidad de crueldad, furia, ensañamiento y destrucción que guardamos en nuestro interior. No hay mejor testimonio que el suyo.

MARCOS LORENZO / LA ANGUSTIA


Cuando se enfrenta el artista a la superficie sin rostro, le acomete una sensación inicial de impotencia, de duda, de indecisión. Marcos Lorenzo, pintor español, adivina que lo genuino en su sentido pictórico es agarrar la esencia de lo español -ese negro que se remonta a Zurbarán- y a partir de ahí ir consolidando un trabajo en que la mancha escribe por sí misma una historia plástica. Él tiene la suficiente seguridad e incontables recursos para encararlo.


No cabe duda de que es un continuador que arriba al informalismo como una vía de síntesis pero también de sinopsis, y de transgresión concebida desde dentro para que lo que salga afuera tenga la impronta de una sustancia interminable por su deseo de ser, de existir. Si en un momento determinado se experimenta una inclinación nihilista, ésta queda anulada por su carencia de tensión y de deseo.


En esta obra, empieza a considerar que unos confines han de incorporar otros, por eso la huella de una imagen blanca con fondo amarillo sucio queda atrapada por el tronco negro de la angustia, del temor a ser arrojado al exterior, a lo desconocido. Quizás sea una forma múltiple que emprende un nuevo rumbo desde premisas ya muy afianzadas, o quizás el final de un principio que todavía no ha germinado. Probablemente ésa sea la tensión que necesita para proseguir. Ojalá sea así.


Me encuentro a mi amigo Humberto bailando en el malecón en honor a Yemayá. Mientras lo hace canta:

  • "Orún oké orún salé ebá mi kachocho" (Dios en el cielo y en la tierra, no me dejes solo, ampárame).
Sigue bailando y dando vueltas con los ojos cerrados. Y a medida que lo sigue haciendo lo voy perdiendo de vista hasta que pasados unos instantes no lo diviso. Se ha ido pero sé que volverá.

23 de octubre de 2008

LIA KAUFMAN / LO TRANSLÚCIDO


Lo lineal, lo geométrico, lo que se somete a un escenario de líneas y volúmenes, acredita la transparencia poderosa de la idea. Y esta luminosidad, nitidez y diafanidad son la puerta que abre la aparición de los cuerpos en su doble condición de realidad encarnada en su ropaje y reflexión metafísica envuelta en un halo translúcido.


Lia Kaufman, artista nacida en Argentina y radicada en nuestro país, marcó su rumbo plástico bajo esa premisa, que podemos también conceptuarla como el trazo de emociones en espacios que se entreabren como cuadrículas intemporales para que la figura adquiera la luz del símbolo, la meditación estática de lo que es y representa.


Y lo consigue plenamente, de tal modo que un paisaje sin sombra -yo que soy tan amigo de ellas-, casi desnudo, otorga vida a seres que se quedaron un instante detenidos en su eterno deambular.


Aunque la que no se detiene es ella, que, a partir de un acervo pictórico que le sirve de guía, prosigue una trayectoria que arriba a nuevas desembocaduras estéticas, con el propósito de ensancharlas hasta convertirlas en deltas.


Los babalaos apostrofan al malecón por culparle de la pérdida de su magia. También mi amigo Humberto le hace causante de sus desdichas, de su incapacidad para retener su incontinencia plástica, su cólico iconográfico. Son tiempos malditos, le digo, en que la creación no puede escapar de la sombra que destruye.

JUAN GOMILA / CEREBRO


Juan Gomila, artista enraizado en Asturias, es un pionero de una concepción plástica basada en que el espacio adquiere el narcisismo del "yo" y los distintos componentes que lo integran son el "ello", considerado éste como el factor catalizador de las distintas formas en que se despliega aunque sin pérdida de la igual naturaleza con la que opera el "yo".


Al darle la vuelta al objeto, que ya no estima necesario contemplado en su origen, y ver su reverso, retoma la caligrafía de las relaciones que entre ellas se desatan, la encrucijada de formas, señalando su identificación cromática en función de la piel con que se visten y taladran la superficie.


Hay mecanismos y engranajes, y planos que sirven de mapas a circuitos y filamentos conductores, tal si fuese, en definitiva, un plasma cerebral que postulase un sentido pictórico desde la formación de lo que vertebra una condición estética dada. Y con la que no se oculta nada.


Mi amigo Humberto sopesa y tasa los síntomas y el desarrollo de la angustia en la masa pigmentada. Se ve sin energía psíquica, y enfermo de agorafobia no sale del taller, no pasea por el malecón, ni camina en busca de esa pócima mental que haga del vacío un icono con el que seguir aburriendo a la vida.

21 de octubre de 2008

ALEJANDRO MIERES / UTOPÍAS


Se ha dicho que la concepción marxista de la sociedad humana bajo el comunismo es una colectividad de artistas dedicados a la producción creadora. Si eso fuese así, Alejandro Mieres, artista afincado en Asturias, sería el artífice de la superficie utópica donde se asentaría.


Explorador de proyecciones plásticas en las que caben ficciones, invenciones y quimeras, estructura esquemas arquitectónicos de civilizaciones posibles en las que la síntesis de espacio, color -monocromo-, relieve y tiempo, conforman una visión que irrumpe como una plataforma estética fascinante.


Jesús Villa Pastur sostiene que este pintor consigue dos cosas inéditas en la historia de la pintura: que un cuadro pueda exhibir numerosas apariencias -múltiples realidades plásticas sin menoscabo de su concreta y nuclear realidad formal- y que ese amplio repertorio de apariencias se dé fundamentalmente en los ámbitos del espectador, convirtiéndolo casi subrepticiamente en colaborador.


Mi amigo Humberto trata de que un destello postrero difumine la colonia de criaturas que navegan por las aguas antillanas. Han sido condenadas por un delito de insomnio. Iluminado por sólo un miserable cirio, acerca sus ojos al lienzo para estudiar el modo en que nunca aparezca en la pintura la tierra prometida, pues de haberla, se la apropiaría tal como un fantasma requisa la sombra de un vivo para darse luz.

UMBRALES INCIERTOS