Este lienzo, "Genio y Figura", de mi amigo Humberto Viñas, pintor cubano con el que comparto memorias de ron en un malecón que ya dejó de ser pasto del tiempo, me acompaña como un sudario hasta mi último trance.
Y cuando mis cenizas sean depositadas en el cofre de madera que después surcará un mar prieto y carnal, esta tela recuperará vida para dejar testimonio de una finitud agónica, una edad desposeída, un existir con remiendos y un rumbo desconcertado.
Un ser de ojos a punto de cerrarse, con un corazón en tránsito de caerse y una virilidad en parihuelas, conforma una imagen que no puede quedar registrada en ninguna cámara, sólo un pintor la puede captar, pues es la angustia de mirar hacia lo alto sin la esperanza de otro destino.
El colofón lo pone la ninfa oscura que, al haberlo encontrado, vierte el contenido del cofre en su vientre, echada en la orilla, y al tocarlo y acariciarlo ya no podrá dejar de soñar.