- Decía Antoni Tápies que el artista busca siempre los esquemas fundamentales, últimos, las justificaciones más generales de las cosas, los símbolos que les dan valor universal y duradero.
- El cubano ACOSTANEYRA parte de estas bases y de otras tan importantes como es el de no dar testimonio de ese vacío irremediable al que algunos están condenando a lo que hoy llamamos arte. Es más creo que, como afirma F.Pérez-Dolz, el autor construye círculos cromáticos para visualizar sus propias experiencias y con los mismos colores que luego empleará en sus estudios y en sus obras.
- Dentro de ese mundo tan personal en que todos los seres son continuación unos de otros, se reinventan, hacen de sí mismos toda una escenografía de fantasía y vida, de luz y signos, que no están quietos, que conciben un nuevo concepto de magia, en que la forma es una y mil, incluso casi es difícil de encontrarla porque ella misma se está autodefiniendo en un proceso permanente. Ahí dentro ocurren muchas cosas, muchas vicisitudes, muchos cantos de encuentros y hallazgos, de celebración a pesar del tiempo, a pesar de la historia, a pesar del cuento de nunca acabar.
Pintura cubana cuya plástica es, yo diría casi inconfundible, que deja un rastro que constituye al final todo una constelación, una plataforma única en la que contemplar lo que pasa en ese mundo, porque sus claves es imposible no detectarlas, salen espontáneamente, desde una visión que raya entre el delirio, la quimera y la locura. La fascinación que ejerce se guarda dentro de sí misma, es su propia naturaleza, una vez que la obra está acabada.
Soy un pueblero y ya no sé de estas cosas,
soy hombre de ciudad, de barrio, de calle:
los tranvías lejanos me ayudan la tristeza
con esa queja larga que sueltan en las tardes.
(Jorge Luis Borges).
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