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18 de julio de 2012

OLAF BREUNING (1970) / NO ME HE PODIDO QUITAR ESTE ÍNCUBO DE ENCIMA




  • Al suizo BREUNING le damos la bienvenida porque es un ser arrogante e irrespetuoso que siempre esparce clemencia. Su obra tiene que motivar una reacción despistada por encima de todo, pues la reflexión sería demasiado convencional como para dejarla en sus manos, se deterioraría gravemente y llegaría el observador a conclusiones equivocadas. 

  • Por el contrario, sus espectáculos de feria tienen una desmesura medida, bien centrada, creada para hallar en ella un sentido posmoderno basado en valores de uso incestuosos y que puedan confundirnos hasta alcanzar una fe que lleve al escepticismo y con él al orgasmo precursor.  




  • Pero ha de mostrarse que sus productos son imaginarios aseados, maquillados y están muy bien ordenados, educados y acicalados. Si su lenguaje es ininteligible se debe a nuestra falta de atención -no nos quedemos con las meras apariencias visivas-, y si nos envían a las tinieblas -allí, según ellos, es donde se ve mejor- de gozo y discordia es gracias a una percepción que se integran en las fuerzas ocultas detrás de sus trasplantados desde el mismo seno de la tierra.


  • Con ello, digámoslo claro, solamente pretende cerrar el abismo entre la condición artística que engloba hoy todo lo vivo, ya sea cultural, social o político, y la circunstancia humana que va y viene en busca de arcas perdidas inexistentes. Ingenuos que somos. Aunque quizás, a diferencia de nosotros, pueda lograrlo a pesar de tantos incrédulos espectadores como hay.



  • Cuando la esfera negra deja de escindirse en el cuadrado
  • y la conjugación del verbo reúne lo semejante con lo hostil,
  • el aliento, la cantidad de aire penetrador es también un signo,
  • rocía la indistinción de la torre negra y de la noche.
  • Lo semejante sólo se rompe con la resurrección.
(José Lezama Lima).

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