ZHANG HUAN (1965) / QUE NO SE SALVE NADIE
- Lo queramos o no toda obra de arte tiene su clave en función de una lógica propia que desconocemos; pero si existe esa lógica nada tiene que ver con la lógica de la razón. Es una razón propia y específica del arte (Abel Salazar).
- Por lo que se refiere al chino HUAN nada más cierto por cuanto en sus esculturas e instalaciones resume una realidad indomable y transformadora de un mundo que siente, interpreta y metaboliza. Que sea una creación de una sensibilidad determinada que se dirige a otra sensibilidad ya es más discutible, porque nos puede, como asistentes a tal ceremonia, impactar como un fenómeno de impresionabilidad aguzada para detectar mitos que no resisten la vida donde hay rostros de agua.
- Pero sí es cierto que ciertas vulneraciones, en esos formastos de tamaño considerable algunos, generan un halo de desconcierto, de discernimiento e interrogación sobre la forma del origen, la búsqueda de leyendas sean o no inventadas, la erección de personajes que ejercen la mirada por los túneles de la pesadilla.
- Situar esas realizaciones como reflexión entre vida que expira y muerte y horror que toman todo su grandiosos poder, es un contienda contra el tiempo y contra sí mismo. Y ante ello hurgar, siempre hurgar en la visualización hasta que sangre, pues de eso se trata, para que así nos deje dentro de un oscuro transporte que nos succione por entero y nos instale convertidos en un buda inmóvil y con vocación secular.
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- Los monstruos somnolientos tropiezan en la sala de las rejas,
- los disfraces, imanes, jícaras y semicírculos,
- se enroscan como pellejos viejos al caldero,
- y los días de cosecha se transparentan traspasados
- por el cuarto de luna sin lenguaje.
(José Lezama Lima).
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