Álvarez Vélez, muy celoso de su obra como él mismo me ha reconocido, lo que no es de extrañar, deletrea un lenguaje que ama la vida, que la pinta con la obertura de nuevas notas que le son orquestadas a partir de una claridad que en principio sólo se desnuda para él y que para él es el cofre en el que atesora todo su caudal de magia imperecedera.
En conclusión, una gran gran obra que debe volver a estar expuesta en espacios públicos para disfrute de todo amante del arte.

Humberto pinta en el malecón seres sin cabeza. Al preguntarle la razón, me contesta que a ellas las ha dejado fuera para que sigan susurrándole. No lo he entendido pero también comprendo que es difícil adivinar la confesión que se establece entre el artista y su medio en una escollera que únicamente alimenta a barracudas.


Humberto pinta en el malecón seres sin cabeza. Al preguntarle la razón, me contesta que a ellas las ha dejado fuera para que sigan susurrándole. No lo he entendido pero también comprendo que es difícil adivinar la confesión que se establece entre el artista y su medio en una escollera que únicamente alimenta a barracudas.
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