Envueltas en una atmósfera limpia y luminosa, aparecen unas estructuras y construcciones que se configuran como los iconos de un cosmos inédito, el cual no necesita a ninguna humanidad para proclamar su investidura.
Ése es el lenguaje de Julio Pacheco Rivas, artista venezolano, renacentista del siglo XXI, que pinta, con una gama cromática acariciadora y seductora, una ficción plástica de futuro entre lo fantástico y lo racional. Orden, fantasía, rigor, geometría, que contemplamos como una aventura de la mirada que penetra en la disolución del sujeto a cambio de una consagración del objeto, pues dentro de éste hallamos la topografía de lo que somos.
Mi amigo Humberto Viñas lee a Kavafis para reencontrarse consigo mismo. Trae su poesía hasta el malecón, recita sus versos en voz alta a fín de que el mar insolente le escuche, pero al final son los habitantes de la noche los que le oyen y repiten su declamación hasta quedarse sordos. No quieren sentir la impotencia de la carne, esa ansiedad imposible de que sea libre de vivir y morir.