LA FORMA Y EL INFORMALISMO
- El debate entre lo formal y lo informal o aformal en el mundo del arte no tendrá fin. El primero nos lleva seduciendo siglos pues hemos sido imbuidos en la cultura del orden, de la armonía y de la belleza. Esa manifestación de lo clásico se cruza todos los días ante nuestra mirada y su propuesta se encarna en lo demandado por la esfera de lo social, de lo político y económico. Pero ya en el siglo XIX pueden detectarse las primeras quiebras de ese postulado. Las turbulencias se acrecientan y ganan en intensidad. La vida del hombre quiere romper moldes, desea y anhela ver reflejada su vivencias, sus experiencias más íntimas.
- A partir de ese momento la expresión inicia su andadura, todavía condicionada por la forma pero ya estableciendo proposiciones que se alejan del ideal clásico hasta ahora reinante. La forma se deforma, se estira, se violenta, se va sometiendo a otros requerimientos, circula por ámbitos antes desconocidos.
- Y se llega a la abstracción, que para unos todavía sigue partiendo de la forma aunque haya anulado la representación y para otros es una revelación de una dimensión del arte. El caso es que al no haber referencias con la realidad exterior visible, aparece otra realidad que se considera autónoma y no sometida a ninguna jerarquización.
- Y desde esa concepción aterriza el informalismo o aformalismo, que no es solamente una expresión pura liberada de su atadura formal sino que incorpora una intención deliberadamente agresiva contra la forma.
- Y desde esa plataforma nos corresponde a cada uno y en privado la introspección entre esa expresión de lo artístico con una mirada que se ensimisma ante una tachadura, la excoriación de un muro, las texturas y grietas de una pared, la vitalidad del signo -muerte, vejez, derrumbamiento, deterioro, caos- que forma parte de nuestro entorno.
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