- El impacto es perpetuo. Delante de una de sus pinturas de simios en la galeria Vértice de Oviedo, de considerable formato, me quedé absorto, apocado e intrigado. ¿Qué me estaba diciendo o me estaba advirtiendo? ¿Es un retrato ancestral de mis antepasados? Mundo de supervivencia y agresividad, en definitiva.
- Cuando la imbricación es tan penetrante, las incógnitas se trasladan a la capacidad del artista, que ya debe de tener los ojos renegridos, agujereados por la larga noche de los abismos (Millares).
- El asturiano MOJARDÍN coagula y cataliza, crea y al hacerlo suprime lo accesorio, codifica y descodifica. Del color, como Tápies, hace toda una filosofía: la de los sueños, las visiones, el vacío.
- Se planta en su territorio y desde allí ya ha dejado de otear, ahora se funde con el prodigio de lo telúrico, lo animal, lo pasado, el presente, lo clásico, desvelando lo pictórico en todo ello, su magia, hasta hacer desaparecer el perro -no lo veo- o a la figura sacra (¿descendió o no descendió? ¿Acaso no ves su calavera desde el tren?). Con lo cual, plantea sus preguntas aunque la trampa ya está hecha, ahí, en esa milagrosa revelación, están todas sus respuestas.
- Sabe muy bien que a sus obsesiones plásticas ha de permitirlas que se concentren, que se llenen de sí mismas, que prohiban la evasión de lo que tiene que aparecer. Y también es consciente de que va más allá de su contexto, que es lo que le da energía, le aporta puntos de salida, pero, no nos engañemos, esas llegadas son únicamente suyas y son universales.
- Me cuenta el artista que de vez en cuando se cita con el "Nuberu". Quiere convencerlo para que cabalgando sobre las nubes llegue hasta El Malecón y le libre de los ciclones. ¿Y si se queda y se cabrea? ¿Más desastres?