Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
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5 de enero de 2012
CARLOS DEL TORO (1954) / CUANDO LA VIDA ES UN TRÓPICO
El arte está destinado a captar y transmitir la esencia de las cosas y de los fenómenos, de la realidad y sus mejores o peores fantasías, el núcleo del hombre y sus locuras, provocando asombro de que eso llegue a pasar, de que la metáfora esté tan viva.
Por consiguiente, tiempos y espacios son, con el artista, los hacedores de formas y sustantividades que serán configuradas de maneras diferentes.
Si tomamos la obra del cubano DEL TORO como referencia, nos asomamos a una luz vidriada, culminación del feliz encuentro entre dos convicciones sobre un modo de generar un imaginario enraizado y una fantasía policromada. Calan porque forman parte de un todo estético de la pintura cubana del siglo XX.
Dentro de la superficie del cuadro se manifiestan unas morfologías procedentes de distintos ámbitos plásticos, incluso ellas mismas se amalgaman y crean su contexto, el credo de su lenguaje, la impronta de su realidad.
Sin embargo, esta especie de flora biológica se transmuta hasta ser pathos de lo telúrico tropical, de su marca original, que nunca pudo estar confinada. Una negativa que nos es útil para enriquecer la mirada.
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