- ARCO 2013 es una versión continuista y continuadora, nada dada a las sorpresas pero siempre con la salvaguarda de disfrutar de grandes obras. Lo moderno y lo contemporáneo ya son prácticamente uno solo y me da lo mismo que a un SAURA se le encaje en un módulo y a un ROIG en el otro.
- Citar a los autores más representativos es un preferencia de códigos y lenguajes que no vienen al caso. Sí, en cambio, resaltar las muestras de abstracción tanto lírica como matérica, algunas esculturas que merecen el título de apóstatas y alguna instalación que otra. Bien es verdad que sobran muchas chorradas que se se hacen pasar por lo que no son, pero son más las auténticas, que nos seducen y atraen, que nos sensibilizan y hasta nos hacen contraer ciertos compromisos con ellas.
- Otra cosa que merece un estudio de largo alcance es el inmenso ganado que un día como hoy, dedicado a profesionales, inunda esos espacios. De arte, que me perdonen, no tienen ni puta idea, pero de besos, saludos, fariseísmos, dinero (aparentemente) y tontería, como para dedicarle toda una feria, pero de las inefables. Y el reduccionismo del léxico que utilizan hace ininteligelible cualquier forma de sintonía sobre lo que estás contemplando. Se limita a fíjate cómo lo hace, se parece a mi tía Desideria o es chocante así colgado. Impresionante, oiga.
- La verdad es que siendo una vez al año no hace daño y se conecta con manifestaciones artísticas que nos familiarizan con un producto humano que en sí mismo no huele a podrido y corrupto, nos plantea la observación y análisis sobre nuestra especie y su creatividad y no nos condena a ningún infierno, aunque no nos engañemos nos incita a pensar en él más de una vez.
- Que se consuma el tiempo. Que la carne muera. Que la vida pase
- si no son como al hombre le apetecen,
- de su estatura y dignidad.
(Ramón de Garciasol)
Reproducciones de obras de Alberto Reguera, Hugo Fontela, Max Neumann, Katharina Grosse y Secundino Hernández.
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