GUILLERMO SIMÓN / SIEMPRE ESTOY EN LO MÁS RECÓNDITO
- Las aguas que antes bajaban tranquilas, sosegadas, jugando a formar acuarios, a acariciar formas, a ser entes iridiscentes con ansias de un descanso definitivo, se han convertido en una sublevación airada, incendiaria, que revela un frenesí explosivo al hilo de unas rutas marcadas para morir en el éxtasis de una plástica que ha verbalizado lo que bulle en el ser hoy.
- Decía el canario Eduardo Westerdahl, con mucha razón, que la pintura es uno de los grandes misterios con los que se enfrenta la mirada del hombre a través de todas las edades. ¿Puede estar aquí, entonces, ese misterio, esa ruta ignorada y sin cansancio posible?
- En el caso de SIMÓN, uno de los exponentes más lúcidos del actual panorama artístico asturiano, su creatividad tiene unos principios formales, hayan o no tenido otra sangre y otra historia, que hacen que siga creciendo sin errar, y si vuelve es para carcomer lo metafórico hasta dejar que quede la carne vegetal con su látigo henchido.
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- Claro que su intuición es una vía muy aguda de aproximación, en la que no hay posibilidad de pérdida, pues es tal su penetración, la habilidad para hacer un fenómeno plástico del prodigio, el conseguir elucubrar sin especular sobre los rasgos que lo conforman, el consumar su momento, el álgido y desnudo, que formarlo con una plasmación irrepetible, única, es la consecuencia lógica y abrumadora.
- Pintura, puente tendido
- por el que cruzo el río
- de todo tiempo.
- Variada, abierta e insegura,
- ave, meteoro y nave,
- solamente espero en ti, pintura,
- la renovada gracia de la vida.
(Eduardo Westerdahl).
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