IGNACIO CHÁVARRI (1982) / UNA MAGIA QUE ESCAMOTEA LO CALCULADO
- Dentro del arte actual hemos supuesto que hay cuestiones que tienen sus preguntas resueltas o por lo menos enunciadas y que sólo falta incrementar sobre ellas el acopio de lo que suponen y aportan. Y, sin embargo, las opciones que siguen apareciendo, sean o no posmodernistas o lo que sea, siempre han pertenecido a una realidad entre luces y sombras.
- Por eso, ante la obra del madrileño CHÁVARRI, no falta una dirección hacia esas opciones, pero la construcción de sus instalaciones no omite sus nociones de un espectáculo que bascula entre la magia y la metonimia. La estructura como eslabones de un perímetro muy calculado y reflexivo, aunque sin obviar la indagación plástica como la vía de acercamiento a ese objetivo que él tiene como su propio ideario creativo.
- No descarta ninguna alternativa, por lo que da soporte a todos aquellos fenómenos que entrañan una significación visual que engendren un proceso de interés para un espectador que con la contemplación adquiere una valoración de lo que se le ofrece, confiando en que en el momento de esa asunción del compromiso ya haya dado un paso decisivo en sus descubrimientos sobre esta propuesta.
- Tampoco rechaza urdir la magia de un juego en que la evidencia está de sobra, hay que relacionar y obtener los mecanismos espontáneos de esa relación con un diálogo abierto entre lo pequeño que puede ser grande y viceversa. De ahí vienen esos mapas que nos sitúan, no únicamente sobre el concepto puro y duro, sino sobre la iluminación que despiden, que son los hitos de una realidad que a través de ellos se va difundiendo y señalando. Si estamos en su interior jugamos, si no nos llegamos a adentrar en ella es que nos conformamos con un perfil que simplemente supura.
- ¿Cómo? ¿Cuándo?
- Estoy entre los toros de Guisando,
- estoy también entre los que preguntan
- cómo y cuándo.
- Creciendo y raspando,
- temblando.
(José Lezama Lima).
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