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19 de noviembre de 2009

HUGO FONTELA (1986) / NO CRECE MÁS QUE LA ANGUSTIA

  • Caminamos visualmente por un desierto calcinado, deshabitado, cuyas rugosidades y asperezas no intercambian vestigios y ayudas. Pero nos sorprende el fetiche acostado, mudo, inmóvil, solitario, cuyo silencio negro nos acalla y nos somete a una angustia desvalida.
    • Mi paisano, el joven artista asturiano Hugo Fontela, no concibe en sus obras más que la realidad insondable y abrumadora de las renuncias, de las soledades definitivas con las que uno mismo se encara llegado ese decisivo momento. Va dejando en ellas parte de sí mismo, quizá porque no hay una mayor inmortalidad que ésa.

      • Y es que el fetiche es el bastón de llamada a la tierra para que nos abra un hueco, nos deje compartir con ella un estrato o veta, o un simple rastrojo, que nos permita fluir mineralmente, telúricamente, subsumidos en ese sino milenario.

      • Estamos ante un trabajo complejo, hondo, de resonancias geológicas dentro de un plasma viviente que impulsa a nuestra mirada a calar en el interior de ese ámbito plástico, tan desamparado y desolado, pero que no busca esquivarnos sino alcanzarnos conforme a una visión que ha dejado de soñar mas no de perpetuarse.

      • Mi amigo Humberto me ha susurrado que El Malecón le ha obligado a incluir unas ratas en su último lienzo y a ofrecerles comida y bebida mientras posan. Pues entonces, le murmuro, emborráchalas y después haces que ellas se hagan su propio autorretrato. Son tan vanidosas que no se negarán.








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