6 de noviembre de 2009

SANTIAGO RODRÍGUEZ OLAZÁBAL (1955)

  • Dicen que no es suficiente con mirar y apreciar la obra de arte, que es además necesario poder comprenderla, asimilarla, interpretarla y desmenuzarla. Por consiguiente, es preceptivo contar con un método, un instrumento coherente -o incoherente en algunas ocasiones, las que lo requieran- que nos permita la aproximación al discernimiento y penetración en la misma.
    • En el caso del artista cubano Rodríguez Olazábal me siento impotente para llevar a cabo esta requisitoria, he de reconocerlo. Obra íntimamente ligada a los cultos africanos, me atrae porque tiene en el descubrimiento del secreto su hondura y energía. No hay tensión en su planteamiento delineado y figurativo, sino una intersección de planos y composiciones que conforman imágenes que no caben en conceptos apriorísticos ni en explicaciones de intensas resonancias.

      • Es, desde mi particular prisma, una mística de formulación plástica basada en lo imprevisto, en lo que no se puede someter a análisis sin desvirtuar su misterio, su percepción entre hombre y muerte.

      • Desde El Malecón sale un esquife al anochecer con destino desconocido. Y aunque mi amigo Humberto y yo lo vemos alejarse sin saber quienes son sus ocupantes, brindamos por su venturosa arribada a aquel lugar que les propicie la justa simetría que aquí no han encontrado después de haberla buscado inútilmente la mitad de su vida.



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