Para tener esa certeza, El artista asturiano Miguel Galano no ha tenido que atarse a un mástil como Turner para experimentar los efectos de una tormenta, sino que se ha mantenido andando en caminos ciegos para que el relente y el vaho circunscribieran los contornos de un paisaje que se piensa a sí mismo como la ley plástica que rige la melancolía, la soledad, el trabajo y la tristeza de lo que contiene.
Y para tal catarsis él es el instrumento que dota de verdad a lo insondable, al misterio que hay en sí mismo para extraer esas entrañas y que únicamente desea sacar en esos planos de calimas bañados por el mar o por una superficie que transpira gotas de un llanto que en ese territorio no paran de extinguirse.
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