Este artista se sitúa en la capa de la tierra madre que lo engendró y desde ahí se muestra sin romper la membrana que lo protege o levanta una mano y un brazo gigantescos para exhibir esa verdad nacida de lo telúrico, única que da a luz sobre una creación que es su misma fuente.
Armitage funde dimensión, espacio y materia, hasta ver aparecer presencias tal significados que hablan a los que se detienen ante ellas, pues esa es su función y su finalidad ante los espectadores al haberse transformado en los ecos de búsquedas que siempre reclaman satisfacer obsesiones que carecen de exteriorización plástica hasta que él las manifiesta.
Humberto y yo, esta madrugada, establecemos simetrías en nuestra esquina del Malecón en orden a obtener magnitudes que nos devuelvan cierta seguridad en los ensamblajes de despojos que arriban a los arrecifes. La libertad no es una de ellas pero la desenfundamos para que nos sirva como pala en la recogida, no para otra cosa. Son esfuerzos arduos, sin recompensa ni acomodo y duelen lo necesario, pero lo innecesario ya no nos consuela, es una alegoría cargada de preguntas sin respuestas.
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