Lyyn Chadwick (1914-2003), gran escultor británico, hace su trabajo con la pasión de un constructor harto de demoliciones, con la obsesión del que estuvo en una guerra y sabe muy bien lo que es la destrucción.
Forja su escultura partiendo de la idea de que el final ya no es importante porque está destruido y muerto, lo que es esencial es crear a partir de ese término, por eso sus esculturas se configuran con la arquitectura propia de lo que se está gestando y nunca está terminado.
Es como un presentimiento del artista el de que hay que hacer retroceder la consumación para que jamás llegue, plantar sus testimonios en estructuras férreas, compactas, pesadas, con objeto de que tales iconos estén permanentemente al borde de un desenlace que no ocurrirá.
De ahí que su obra se enmarque en un contexto lineal, cincelado con miras a cobrar historia en el tiempo y a ocupar espacios que conciten el centro de todas las miradas posibles, que manifiesten a través de su contemplación las señas de identidad de una naturaleza que pueda evocarse así siempre.
Han dejado de sonar los tambores y hay un silencio espeso. Seguimos a la escucha pero no oímos nada. Hoy el Malecón se mantiene callado. Humberto y yo salimos sigilosamente de nuestra esquina. Teníamos malos presagios y un cuadro que acabar, y el ron ya era incapaz de amamantarnos con la sangre que nos faltaba.
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