Creo con él campos, bóvedas, manantiales, para que pudiéramos contemplarlo como una segunda retina y recrearnos en su seno hasta configurar una exacta dimensión con la que empezar a mirar y vivir desde entonces.
Sus atmósferas nos hacen viajar con la calidez y el abrigo que desprenden e irradian estos océanos de luz, permitiendo a su vez a la visión errar por confines plásticos hasta ahora ignorados y que no podrían o deberían ser olvidados.
Su obra nos depara aliento y éxtasis de claridad y también surcos de sueños que rastrean los contornos que difuminan los tintes y las saturaciones e intensidades tan mágicamente percibidas como deseadas, intencionalidad buscada por el artista para que se conserven en nuestra memoria.
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