Ya no hay signos de representación, el parecer se manifiesta como un ser que se ha deconstruido para aparecer más, ser todo lo que plásticamente no ha sido.
José Manuel Broto, artista aragonés de extensa y dilatada singladura, siempre ha cifrado su filosofía pictórica en la exploración de la masa cromática para extraerle el recóndito flujo que informa su naturaleza.
Nunca se ha detenido, simplemente ha contemplado y escuchado el murmullo del agua, la ferocidad del fuego, el silencio de la piedra, el monólogo del pigmento, la angustia de la luz.
Y ha tanteado, indagado y percibido, y a medida que lo iba hallando nos iba transmitiendo el misterio envuelto con una claridad que irradiará para siempre.
Mi amigo y pintor Humberto Viñas me envía la imagen abstracta de un malecón hospitalario en un día de luminosidad fuerte, de mar intensamente azul y de canto sublime. Ha querido engañarse a propósito con una belleza que no existe y con la magia del que ha perdido la mirada.