La muerte ni siquiera se ha anunciado con el tiempo suficiente, llega y no saluda. Después nos deja contando los que estamos y quedamos.
Por eso, en esta ocasión me regocijo de ello con el artista ruso Chaim Soutine, porque para él, en contra de lo que decía Antero de Quental, todas las fantasías espléndidas de la noche valían más que los miles rayos de luz del día.
Y también cabe aquí lo que decía Aldous Huxley a propósito de Brueghel, "todo buen pintor inventa una nueva manera de pintar".
Soutine nos despertó del sopor, acabó con la rutina, porque el desagradar formaba parte de su destino y hasta Proust aseguraba que el placer que un artista proporciona es darnos a conocer otro universo más. El suyo se transparentaba en el nuestro.
Este gran pintor lo ha hecho desde la soledad y siempre presintiendo la muerte.
Mi amigo Humberto llegó al malecón y me recitó:
Como abrazao a un rencor
yo quiero morir conmigo
sin confesión y sin dios,
crucificao en mis penas,
como abrazao a un rencor.
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