Willem de Kooning era un gran y portentoso dibujante y esa condición se manifestaba claramente respecto a la generación siguiente de pintores americanos.
Un día, Robert Rauschenberg apareció en su estudio y le pidió un dibujo. De Kooning, algo sorprendido, le ofreció uno de técnica mixta de hacía unos años. A continuación, Rauschenberg, con el dibujo en su poder, lo borró y en 1.953 lo expuso con el título "De Kooning borrado", algo que, como es lógico, enfadó terriblemente a éste.
De esta anécdota se pueden derivar interpretaciones y conclusiones varias, si bien la vertiente ética y afectiva marca un contrapunto que es el que inicialmente llama la atención. Es penetrar ya en el ámbito de la legitimidad y hasta de la licitud o ilicitud, con independencia de que pensemos que es un gesto ofensivo y desagradecido.
Y después, y al hilo de ester primer corolario, nos asalta la sensación de que tal hecho formaba parte del pasado, que constituía un acto de rebeldía y destructivo muy a tono con el movimiento dadaista de principios del siglo XX. Un acto irreverente que se comete con el fin de mostrar que hay que borrar lo que nos precede porque no es válido, porque siempre estuvo obsoleto y caduco fuesen las obras de artistas de genio o no.
Es, dentro de este contexto, un ideario donde la novedad y la innovación se erigen en los auténticos vértices del quehacer artístico, o lo que es lo mismo, en la erección de un código programático que no tiene en consideración otras herramientas más que las que se necesitan para crear invenciones de todo tipo. Es una experimentación sobre otros moldes, sobre otras fórmulas. Pero también es cultivar la impostura, el nihilismo, un conceptualismo vacío, sin agarre en lo real. Es la búsqueda, por encima de todo, de un impacto visual y un escándalo social fruto de la provocación.
Con ello se produce una quiebra y una supuesta pérdida, con motivo de la misma, de un desarrollo que hubiese marcado pautas más sólidas y también enraizadas en una forma de hacer arte acorde con su tiempo. El valorar la mera innovación por sí misma no garantiza sus resultados. O por lo menos ese es mi pensamiento.
Muy cierto, parece que el fin del arte se vuelca en una competencia por la innovación y la obsolescencia, al igual que la tecnología. ¿Es esa realmente su esencia?
ResponderEliminarFer.