Este pasado sábado visité una vez más la Feria de Arte en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. Suelo acudir todos los años porque mantengo la esperanza de que nos haga disfrutar del mejor arte que se hizo y se continúa haciendo en España.
Y cada año salgo con el mismo sabor agridulce aunque no desengañado del todo pues con que haya esa obra que nos deslumbra y engancha es suficiente.
Y a este respecto he de señalar que me topé con un imponente retrato de Antonio Saura que compensaba cualquier incomodidad o cualquier sacrificio que uno hubiese soportado en el hecho de desplazarse a este evento.
Antonio Saura es un genial retratista que reune en esas obras de gran formato una síntesis y una culminación. Veo a Velázquez y a Quevedo. Incluso a Goya y Gutiérrez Solana. Y también a Zurbarán. Es un compendio donde historia y pintura se emplazan y se exaltan. Y es la magia de una visión que ha tenido la capacidad para mirar más allá y después traerlo más acá, hasta nosotros como espectadores de lo contemporáneo pero también de lo que nos ha situado en el tiempo.
También se exponían trabajos relevantes de Rodríguez Luna, Feito, Guinovart y un Barceló que me pareció desbordante (tiene la virtud, nunca mejor dicho, de bajar a ese mundo, el telúrico, y visualizarnos su misterio como un espíritu siempre en trance). Por supuesto, no faltaban los Picassos y Tápies acostumbrados. Y unos grabados de Lucio Muñoz que me fascinaron.
Por otro lado, es deplorable que según vas acercándote a los stand vas percibiendo el murmullo del va y viene de los tratos, de la especulación, de las transacciones, de las quejas, como si de lo que de verdad se debatiese fuese similar a lo que que se encuentra uno en el Corte Inglés. Igual. Y no digo que no sea procedente, al fin y al cabo es un mercado, lo que siento profundamente es ese "chafardeo" que lo degrada y lo desvirtúa. Que el arte no puede vivir sin ese comercio, debe de ser cierto de momento porque no se han intentado nuevas alternativas que funcionasen con éxito. Pero no por ello debe abandonarse el intento pues hay demasiados intermediarios -siempre desgraciadamente presentes en todas las facetas de lo económico-, especuladores, miserables y vividores a cuenta del mismo.
He de apuntar además que por parte de los representantes o encargados de las firmas que exponían era objeto de una mirada despectiva. Siempre me ocurre. Estaba claro que no me veían como potencial comprador (es que ni siquiera daban margen a la duda, ¡triste aspecto el mío!). Y no es de extrañar examinados los precios.
El año que viene repetiré y no dudo que saldré de nuevo con el mismo sentir. Alabado sea.
Y cada año salgo con el mismo sabor agridulce aunque no desengañado del todo pues con que haya esa obra que nos deslumbra y engancha es suficiente.
Y a este respecto he de señalar que me topé con un imponente retrato de Antonio Saura que compensaba cualquier incomodidad o cualquier sacrificio que uno hubiese soportado en el hecho de desplazarse a este evento.
Antonio Saura es un genial retratista que reune en esas obras de gran formato una síntesis y una culminación. Veo a Velázquez y a Quevedo. Incluso a Goya y Gutiérrez Solana. Y también a Zurbarán. Es un compendio donde historia y pintura se emplazan y se exaltan. Y es la magia de una visión que ha tenido la capacidad para mirar más allá y después traerlo más acá, hasta nosotros como espectadores de lo contemporáneo pero también de lo que nos ha situado en el tiempo.
También se exponían trabajos relevantes de Rodríguez Luna, Feito, Guinovart y un Barceló que me pareció desbordante (tiene la virtud, nunca mejor dicho, de bajar a ese mundo, el telúrico, y visualizarnos su misterio como un espíritu siempre en trance). Por supuesto, no faltaban los Picassos y Tápies acostumbrados. Y unos grabados de Lucio Muñoz que me fascinaron.
Por otro lado, es deplorable que según vas acercándote a los stand vas percibiendo el murmullo del va y viene de los tratos, de la especulación, de las transacciones, de las quejas, como si de lo que de verdad se debatiese fuese similar a lo que que se encuentra uno en el Corte Inglés. Igual. Y no digo que no sea procedente, al fin y al cabo es un mercado, lo que siento profundamente es ese "chafardeo" que lo degrada y lo desvirtúa. Que el arte no puede vivir sin ese comercio, debe de ser cierto de momento porque no se han intentado nuevas alternativas que funcionasen con éxito. Pero no por ello debe abandonarse el intento pues hay demasiados intermediarios -siempre desgraciadamente presentes en todas las facetas de lo económico-, especuladores, miserables y vividores a cuenta del mismo.
He de apuntar además que por parte de los representantes o encargados de las firmas que exponían era objeto de una mirada despectiva. Siempre me ocurre. Estaba claro que no me veían como potencial comprador (es que ni siquiera daban margen a la duda, ¡triste aspecto el mío!). Y no es de extrañar examinados los precios.
El año que viene repetiré y no dudo que saldré de nuevo con el mismo sentir. Alabado sea.
Hola, Goyo. Este blog es todo un descubrimiento para mi porque me gusta leer tus artículos. Leer "tu pensamiento" quizás.
ResponderEliminarCreo recordar que esta obra de Saura es una serigrafía perteneciente a la "Suite Moi" (inceible por cierto, como todo Saura). Las pocas obras que he podido disfrutar de A.S. siempre me han transmitido vértigo, desde las vísceras, y una tremenda alegría al ver cómo las formas representadas cobraban vida de un modo casi insultante.
Juan Carlos Carrasco