Es una abstracción sosegada, serena, ensimismada en la manifestación de una extensión cromática habitada, a la que se le hubiese atribuido el culto de un poder mágico al que no se le hace juzgar sino amar.
En definitiva, es una pintura para vivir lo plástico en y con todos los sentidos, de tal forma que el espectador tome contacto con aquello que huye de descripciones y definiciones pero no de sensaciones y vivencias, que se adquieren al posar en ella la mirada.
Según Isidoro de Sevilla, le digo a Humberto, la belleza del mundo y el orden del cosmos testimonian la razón divina del universo. Y Humberto me contesta que nosotros, desafortunados, nos lo hemos perdido y ya no llegamos, pues ni hay belleza, ni orden ni razón divina, únicamente vemos fealdad, desorden y locura, y el que ésta sea divina o no es otro cantar.